EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 4)
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)
Poco se habla de los eventos que ocurrirán con la Iglesia después de su arrebatamiento al cielo. Diferentes partes de la escritura nos arrojan luz sobre esta nueva forma de vida que tendrá la Iglesia del Señor. El apóstol Pablo escribió sobre un juicio para los creyentes, más allá de esta vida, donde se evaluará y recompensará la obra de cada uno,
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)
Debemos estar claro que este juicio no es para decidir la salvación o condenación de las personas; se sobreentiende que si la persona fue arrebatada con la Iglesia, es un claro indicio de que es salva y eso no es revocable. La comparecencia ante el trono de Cristo será para otorgar la merecida recompensa a cada persona por su labor mientras estuvo en esta vida. Sin embargo, se menciona dos tipos de calificaciones: buena obra o mala obra. Cada una tendrá su validez o invalidez delante del trono divino,
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1 Corintios 3:11-15)
Este pasaje nos deja ver con la expresión, "el día la declarará", que en este juicio, ya no habrán sombras, ni símbolos, como en la época presente,
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12)
La obra de cada uno será evaluada por la mirada escrutadora omnisciente de Jesucristo (el fuego la probará) ante quien nada puede ser encubierto y más allá del ojo humano, conoce lo más profundo de las intenciones. El apóstol Juan observó esta cualidad de Jesús, cuando lo vio en su estado glorificado; vio sus ojos como llama de fuego, (Apocalipsis 1:14).
El fundamento para la salvación de toda persona es la fe en el sacrificio redentor de Jesús, pero debemos tener cuidado cómo sobreedificamos en nuestro caminar sobre esta tierra. El creyente no es salvo por las meras obras, sino que la verdadera fe produce las obras que son aceptables ante Dios. Éstas se generan de manera espontánea y genuina, cuando hay una verdadera relación con Jesús y se tiene la motivación correcta. Se manifiestan para dar gloria a Dios y acercar las personas a la verdad divina.
En cambio está el tipo de obra que se realiza de manera incorrecta,buscando el reconocimiento de los demás, el elogio de las multitudes, la atención de los medios de comunicación, a veces se persigue la ayuda de los gobiernos para adquirir poder monetario y adquisición de propiedades. En ocasiones, las verdaderas motivaciones se encubren con frases como, “pasión por las almas”, “celo espiritual”, “conquistar los gobiernos para Dios”, “tiempo de la siega” y otros. Estos términos son correctos, pero la motivación del que los utiliza puede hacer la diferencia entre un amor genuino a la obra de Dios o el provecho personal. Esto no se puede juzgar a simple vista, pero el que escudriña los corazones lo conoce muy bien y quedará al descubierto en el juicio ante el Tribunal de Cristo. A este tipo de obra se le llama “phaulos” que significa: No prominente, no sobresaliente, sin validez. No implica necesariamente la condenación del que las hace, sino una pérdida de recompensa: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”
El término “Tribunal de Cristo” o “Bimah”, trae la idea de un lugar alto, que se usaba en las competencias atléticas, para evaluar los ganadores de cada evento. La recompensa que será otorgada en este juicio se le llama en forma genérica: La corona de la vida,
“ Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10)
Esta corona, “Stephanos”, es la que se otorgaba a los ganadores de los eventos deportivos y representa la gran preparación, disciplina y esfuerzo que tuvo el atleta para ganarla. Esto nos enseña la importancia de sujetar nuestras pasiones pecaminosas en obediencia a la Palabra de Dios y tener vidas disciplinadas en el Señor en todo momento.
La corona de la vida tiene muchas implicaciones para la vida del creyente fiel, tales como: La liberación del pecado, junto a la condenación que lleva consigo; la salvación eterna de la persona; el estado perfecto de armonía, paz, gozo, plena satisfacción y reconocimiento verdadero por sus esfuerzos. Se le dará un nombre nuevo conforme al carácter desarrollado en su caminar con el Señor,
“Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.” (Apocalipsis 2:17)
En varios pasajes de la Escritura, se nos enseña que Dios espera que seamos fieles mayordomos de los bienes que ha puesto bajo nuestra administración,
“Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.” (Lucas 12:42,43)
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” (1 Corintios 4:1,2)
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Pedro 4:10)
“Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:20,21)
La Palabra también nos enseña que debemos ocuparnos en cultivar y crecer en nuestra vida espiritual, porque a partir de esa intimidad con Dios, se nos dará las ideas, la fortaleza, el buen ánimo y los colaboradores que el Señor pondrá en sus corazones ayudarnos o nosotros ayudar, con nuestros respectivos dones y talentos,
“... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida…” (Filipenses 2:12-16)
Como mencioné anteriormente, estas obras deben ser hechas entendiendo que trabajamos para el Dueño y Creador del universo y su causa: El reino eterno de Dios sobre el mundo; no es para adelantar la agenda personal de ningún ser humano. Desde las cosas más sencillas que podamos realizar, como darle un vaso de agua a un creyente, hasta la construcción de mega templos para que las personas puedan ser instruidas en los caminos del Señor, tendrán su recompensa en el Tribunal de Cristo (Bimah), todo depende de la correcta motivación,
“Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (Mateo 10:42)
En la próxima publicación estaremos viendo el segundo gran evento que tendrá lugar durante los siete años que estaremos con Jesús en las esferas celestiales: Las bodas del Cordero o la unión de Jesucristo con su pueblo para siempre.
Continuará…
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