Tuesday, May 19, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 3)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 3)
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” 
(1 Tesalonicenses 4:16-17)

El arrebatamiento de la Iglesia nunca se enseñó en el  Antiguo Testamento, aunque fue prefigurado en los casos de personas que Dios se las llevó vivas al cielo, como indicamos en la pasada publicación. Sin embargo ningún rabino judío se imaginó la formación de un cuerpo de creyentes llamado “La Iglesia” y que la misma sería removida de la tierra antes de comenzar el período de la tribulación. El apóstol Pablo lo llamó “un misterio”, porque no estaba contemplado en la escatologia judía, 
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:51-52)     

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.” (1 Timoteo 3:16)

Los judíos llegaron a pensar que eran los únicos elegidos para salvación y que era abominación juntarse en manera alguna con gentiles (no judíos). Este fue uno de los grandes dilemas que tuvo que superar el apóstol Pedro cuando llegaron mensajeros de parte de Cornelio, pidiéndole que fuera a llevarles la Palabra de Dios, 
“Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar.” (Hechos 10:28-29) 

“¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.” (Romanos 3:29-30)  

Recordemos que todas las promesas de Dios a través de Abraham, para Israel, se hicieron en términos terrenales: Un pueblo escogido, una tierra prometida y una simiente a través de la cual serían benditas todas las naciones de la tierra, 
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” 
(Génesis 12:1-3)

Nunca se habló de la formación de la Iglesia, compuesta por judíos y gentiles; tampoco se enseñó del arrebatamiento; ni siquiera se especificó que el Mesías sería de origen divino, aunque en otras profecías se da a entender. El Señor no entró en detalles de este tipo con la nación de Israel porque no era necesario, ya que este es un misterio que sería revelado con la aparición de Jesucristo. 

En el lenguaje bíblico, cuando se habla del pueblo escogido, se refiere a la nación de Israel; en cambio, cuando se habla de la Iglesia, se le llama: Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, la desposada del Cordero, (1 Pedro 2:9: Apocalipsis 19:7-8). La composición de la Iglesia no se limita a la nación de Israel, sino que abarca a todas las personas a través de todo el mundo que ponen su fe en el unigénito Hijo de Dios,
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” 
(Juan 3:16-17)        

El plan divino con Israel corre paralelo a la Iglesia y compartimos muchas promesas, pero Israel avanza hacia un reino terrenal, con promesas eternas, pero terrenales, (Isaías 65:17-25). En cambio, la Iglesia avanza hacia un reino espiritual, donde se incluye el arrebatamiento, la glorificación de nuestros cuerpos, la encomienda de ser reyes y sacerdotes sobre la tierra, instruir y capacitar a la nación de Israel para la ejecución de las leyes divinas sobre el mundo. La Iglesia, en cierto sentido, sustituirá el espacio dejado por los ángeles que se rebelaron con Satanás,
“Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo.” (Mateo 22:30)

“¿... no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”  (1 Corintios 6:2,3)   

Esta diferencia entre el plan para Israel y la Iglesia explica porqué son resucitados en dos etapas diferentes. La Iglesia, los que vivieron desde el sacrificio de Jesús serán resucitados en el arrebatamiento, pero los que vivieron desde la ley de Moisés hasta Cristo resucitarán en la segunda venida de Jesús, al final del período de la tribulación, junto con los mártires de ese tiempo. 

Recordemos que la resurrección tiene varias fases: Primero Cristo y luego los que son de él en su venida,
“ Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” (1 Corintios 15:23-26)

Por eso, el proceso de la resurrección tendrá lugar por partes, cada una abarca un grupo, tiene un propósito y se realizará en lugares diferentes: La Iglesia en el arrebatamiento, los salvos de la nación de Israel, junto con los mártires de la tribulación, en la segunda venida; luego, después del milenio, los condenados y los salvos por conciencia, en el juicio del trono blanco. En otras publicaciones hablaremos con más detalles sobre estas resurrecciones.   

También debemos entender que en la vida de la Iglesia, no existe distinción entre judíos y gentiles. El judío que se convierte a Cristo pasa a formar parte de la Iglesia, constituida por personas de todas las naciones,
“ … donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos…”  (Colosenses 3:11)    

“...  y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación…”  (Apocalipsis 5:9)   

En cambio, el linaje judío es importante para efectos de la nación de Israel, la cual será constituida capital del reino mesiánico,
“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” (Isaías 2:2-4)   

Dios garantiza la supervivencia de la nación hasta su venida, a pesar de tantos intentos del enemigo para destruirlos, 
“... así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. De cierto os digo, que no pasará esta generación (raza o nación) hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”   
(Lucas 21:31-33)

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad.” (Romanos 11:25-26)   

Sin embargo, no garantiza la salvación individual para los judíos que no caminen conforme a la fe que tuvo Abraham en el Dios único,
“... porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.” (Romanos 9:6-8)  

“... Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.”  (Romanos 2:28-29) 

Es importante entender estas diferencias, para no confundirnos en la interpretación de las profecías. Ante las maravillas que Dios está haciendo con Israel y la Iglesia, no debe extrañarnos la gran furia de Satanás contra Israel y la Iglesia,
“... y cuando vio el dragón (Satanás) que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer (Israel) que había dado a luz al hijo varón (Jesucristo)... Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo (la Iglesia).”  (Apocalipsis 12:13,17)

Sin embargo, tenemos la seguridad de parte del Señor, que tenemos la victoria ante toda circunstancia y su poder está con nosotros cada día para ayudarnos a vencer,
“Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.”  (Hebreos 10:37-39)  

Continuará…   

Friday, May 15, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 2)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 2)
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tesalonicenses 4:16,17) 

El arrebatamiento de la Iglesia es un evento único en la historia en términos colectivos. Hay unos antecedentes históricos de personas que fueron arrebatadas al cielo para no ver muerte, como es el caso de Enoc: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios, (Génesis 5:24) 
Algo semejante sucedió con Elías: “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino, (2 Reyes 2:11). 

Estos son los únicos seres humanos que no han visto muerte; algunos creen que regresarán en el período de la tribulación, como los dos testigos que profetizarán por 1,260 días sobre Jerusalén, aunque no tiene que ser así necesariamente. En otra publicación hablaremos sobre estos testigos. 

Se registran en las Sagradas Escrituras otros eventos de personas que fueron trasladadas milagrosamente de un lugar a otro, como es el caso del profeta Ezequiel: 
“Y aquella figura extendió la mano, y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el Espíritu me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén... (Ezequiel 8:3)

El propio Jesucristo fue elevado al cielo desde el Monte de los Olivos: “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. (Hechos 1:9)   

El diácono Felipe fue traspuesto después de haber bautizado al funcionario etiope: “Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino, (Hechos 8:39). 

El apóstol Pablo experimentó algo parecido cuando fue llevado al tercer cielo. Él no pudo precisar si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades.” (2 Corintios 12:2-5).   

No debe extrañarnos que Dios repita lo mismo en forma colectiva con la Iglesia del Señor. Algunas personas han cuestionado la manera en que el Señor resucitaría a personas que murieron hace mucho tiempo y de las cuales ya no queda, sino polvo. Para la respuesta a esa pregunta tenemos que referirnos a las palabras del apóstol Pablo, 
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.” (1 Corintios 15:35-38)   

Los seres humanos estamos compuestos de espíritu, alma y cuerpo. El espíritu es el que da vida, conciencia espiritual y eternidad; el alma tiene todos los recuerdos, sentimientos y rasgos físicos y el cuerpo es el traje temporal que tenemos para movernos en esta vida terrenal. Por lo tanto, Dios no tiene que recoger las partículas del cuerpo físico para reconstruirlo, porque el hombre interior (espíritu y alma) tiene toda la data de lo que la persona es. De manera que el Señor dará el cuerpo glorificado conforme a la personalidad de cada individuo. Recordemos la historia del rico avaro y Lázaro el mendigo; el rico avaro pudo reconocer desde el Hades a Lázaro en el seno de Abraham; sus recuerdos estaban intactos, porque le preocupaba que su familia también se perdiera, (Lucas 16:19-31). 
También recordemos que los discípulos pudieron reconocer a Elías y a Moisés hablando con Jesús en el monte de la transfiguración. Aunque no vivieron para el tiempo que ellos ministraban, pudieron identificarlos, (Mateo 17:1-8). 

Estos ejemplos nos hacen ver que el mundo espiritual es muy real, las personas que parten de esta vida no quedan como un humo flotando en el aire. Los que seamos salvos podremos reconocernos, los recuerdos permanecerán, aunque el sentimiento será transformado, ya que es un plano superior, con un nivel mucho mayor de entendimiento. No habrá pesar por los que se perdieron, porque entenderemos perfectamente el sentido de la justicia divina y que ellos recibieron sus oportunidades, pero la despreciaron. 
En el plano celestial existen estructuras muy bien elaboradas y establecidas, tales como casas, calles, vegetación, el trono del Padre, el río de agua de vida, caballos blancos y mucho más. No habrá lugar para el aburrimiento, habrá trabajo con sentido, propósito y productividad. 

Dicen las escrituras proféticas que cuando Jesús regrese a buscar su Iglesia, dará la orden con voz de mando, voz de arcángel y con trompeta de Dios. Es importante notar que éste será un comando que se escuchará solamente en el plano espiritual, el mundo no lo escuchará, solamente verán su efecto al ser arrebatada la Iglesia. El apóstol Pablo menciona que se tocará más de una trompeta,
“... en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados…” (1 Corintios 15:52)  

En el antiguo Israel, cuando acampaban en el desierto, se estableció por orden divina que se tocaran varias trompetas, con diferentes propósitos: La primera se tocaba para convocar asamblea y reunir a los príncipes y líderes de cada tribu para la logística de movilizar los campamentos hacía la siguiente estación. Era como un llamado a la unidad y trabajo de equipo. Una vez completada esta etapa, se tocaba una segunda trompeta, para movilizar los campamentos,
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos.” (Números 10:1,2)

Cuando las trompetas iban acompañadas con sonido de alarma, significaba una convocación para la guerra contra los enemigos,
"Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os molestare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados por Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos." (Números 10:9) 

Estas trompetas prefiguran los movimientos del Señor, con su pueblo, en el mundo espiritual; podemos decir con toda certeza que la primera trompeta ya está sonando, llamando al pueblo de Dios a la consagración, la unidad y la evangelización. Dios demanda de su pueblo que abandonen la competencia y el protagonismo, que podamos entender que trabajamos para un mismo Señor y todas las naciones deben mirar a Él para ser salvas, no a la figura de un hombre,
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Isaías 45:22)  

En cualquier momento sonará la segunda trompeta, para levantar el campamento espiritual del Señor (la Iglesia) hacia las esferas celestiales. Por esto el apóstol Pablo dijo: “A la final trompeta”. Algunos intérpretes de la profecía piensan que Pablo se refería a los juicios de las trompetas en el Apocalipsis; en ese caso colocan el arrebatamiento en la séptima trompeta, a la mitad del período de la tribulación. Sin embargo, los juicios de las trompetas no tienen que ver con la Iglesia, porque son trompetas de guerra (con sonido de alarma) que indican que el Señor se levanta de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra Él,
“Porqué he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.” (Isaías 26:21)

Tenemos que estar muy conscientes del mover de Dios en nuestras vidas, de manera que podamos caminar al paso de Él y aportar con la parte que nos corresponde. 

Continuará…      


Friday, May 8, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 1)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 1)
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tesalonicenses 4:16,17)

El arrebatamiento de la Iglesia verdadera hacía las esferas celestiales es un tema que ha fascinado a muchos estudiantes de las Sagradas Escrituras a través de los años. Es la bienaventurada esperanza del pueblo de Dios, quien nos ha prometido librarnos de los juicios del período de la tribulación, los últimos siete años de esta era. En las pasadas publicaciones vimos a través de las escrituras proféticas, que desde la muerte sacrificial de Jesucristo sobre la cruz del Calvario, Satanás y sus ángeles caídos fueron arrojados del cielo, después de una gran batalla contra el Arcángel Miguel y sus ángeles,
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” (Apocalipsis 12:7-9)  

A partir de ese momento, Satanás se vio vencido y derribado por tierra; reconoció que le queda poco tiempo, esto lo llena de gran ira y genera una gran persecución contra la nación de Israel y contra la Iglesia. Como resultado de esto, surge el presente siglo malo, donde Satanás ha elaborado el “misterio de la iniquidad”, su plan maestro para traer al anticristo a reinar sobre el mundo. Esto se explicó a través de las pasadas nueve publicaciones. En este punto de la historia, Dios interrumpe la actividad en el mundo y traslada repentinamente a las personas que murieron en el período comprendido desde la muerte y resurrección de Jesús, hasta el momento del arrebatamiento. Pero no levanta a todo tipo de creyentes, sino a aquellos que han vivido en obediencia a la Palabra de Dios, 
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:21-23) 

Esto nos deja saber que manifestar milagros y profetizar nos es el distintivo de la verdadera Iglesia, a pesar de que los dones espirituales (1 Corintios 12:1-11) son parte de la vida cristiana, pero no es lo que la distingue. Lo que hace conocer al mundo que somos discípulos del Señor,  son los frutos de espiritualidad que produce el Espíritu de Dios en nosotros, cuando caminamos en obediencia a su voluntad,  
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.” (Mateo 7:16,17)  

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:35)

Esto nos coloca en la gran responsabilidad de cuidar nuestra salvación con mucho esmero,
“... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:12,13) 

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.” (Hebreos 12:1416)

“... sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10) 

De manera que no podemos esperar que el Espíritu Santo transforme nuestras vidas si nosotros no anhelamos esa transformación. La salvación se dio por gracia de Dios, y diariamente dependemos de ese favor divino para todo, porque la gracia es el favor inmerecido del Creador  para el creyente que reconoce que por sus propias fuerzas no le sería posible caminar al nivel de los estándares del Señor. La salvación tiene dos aspectos: 
  1. El lavamiento de la regeneración- Esto es el poder del sacrificio expiatorio de Jesús sobre nosotros, cuando renunciamos al pecado y aceptamos su señorío sobre nuestras vidas. Esta obra es instantánea y por ella nacemos espiritualmente a una vida genuina con Dios. 
  2. La renovación en el Espíritu Santo- Esta es la transformación diaria que experimentamos cuando oramos y le permitimos al Espíritu de Dios que haga morir nuestras pasiones pecaminosas y ponga en nosotros el carácter de Cristo. Es una obra gradual que tenemos que trabajar diariamente y dura toda la vida. Literalmente desaprendemos la mentalidad mundanal de pecado y aprendemos a sentir y ver la vida cómo Jesús.

“... nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo… (Tito 3:5)

Esto lo hemos explicado anteriormente, pero volvemos a explicarlo porque es demasiado importante para nuestro crecimiento espiritual. Hay creyentes que llevan toda la vida esperando que Dios los cambie y no hay crecimiento espiritual porque no han entendido su parte en el proceso. Las personas que serán levantadas en el arrebatamiento son aquellas que han permitido que el Espíritu Santo moldee su carácter, personalidad y emociones conforme al carácter de Jesús. Eso se llama santidad; muchos le tienen miedo a este concepto, porque lo relacionan con austeridad, ascetismo, como si hubiera que vivir encerrado y no se puede hacer nada. Eso no es santidad, es “santurronería” (falsa santidad). El verdadero creyente es una persona amante de Dios, de su palabra, que vive en la libertad del Señor, no libertinaje; obediente a la ley divina, pero no extremista. No tiene que ver con denominación religiosa, sino con una verdadera relación con Dios,
“ Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” (Juan 4:21,23) 

Las congregaciones influyen en el crecimiento espiritual del creyente para bien o para mal, dependiendo del tipo de enseñanza que imparten a la grey, para su formación teológica. Sin embargo a la hora de la verdad, cada creyente tiene que aprender del Espíritu Santo, en la intimidad de la oración y la reflexión en las Sagradas Escrituras,
“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” (1 Juan 2:27)  

Esta es la calidad de creyente que Dios librará de la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el planeta: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.” (Apocalipsis 3:10)

Precisamente estas palabras dadas a la iglesia de Filadelfia, cuyo nombre significa “fiel”, nos habla que lo más importante para el Señor es que su pueblo lo ame y guarde su Palabra, porque ella es vida para nuestra alma y refrigerio para nuestros huesos. También habla de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, eso es una expresión que se refiere al período de  la tribulación, el momento más caótico que le tocará vivir a la humanidad. El Señor asegura que guardará a su pueblo fiel “de la hora de la prueba”, no “en la hora de la prueba”, lo que indica la remoción de la Iglesia antes de que comience cualquier porción de ese período. En próximas publicaciones estaremos considerando ese tiempo con más detalles. 

Dice que será para probar a los que moran sobre la tierra. La palabra que se usa para “prueba” es “peirasmos” que significa “infligir toda clase de males contra alguien, para que se demuestre su verdadero carácter”. El período de la tribulación tendrá como uno de sus propósitos, quitar la máscara de religiosidad de los seres humanos y quede evidenciado quienes son en realidad. 
En la frase “los que moran sobre la tierra”, se utiliza el término “Katoikeos” que significa un residente permanente o personas que han hecho de este mundo su hogar y no les interesa nada, sino satisfacer sus placeres terrenales. En el caso del verdadero cristiano, se sabe que somos lo contrario, peregrinos y advenedizos sobre la tierra. Estamos conscientes de que vivimos en el mundo, pero no somos del mundo; nuestra patria es la Nueva Jerusalén,
“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” (Juan 17:14-16)

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma…” (1 Pedro 2:11)

Continuará…

Monday, May 4, 2020

EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 9)

EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 9)
“Y cuando oigáis de guerras y de sediciones…” (Lucas 21:9) 

En esta publicación estaremos viendo una de las profecías, de las que poco se habla, pero Jesús predijo que sería una de las señales antes del arrebatamiento de la Iglesia,
“Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.” (Lucas 21:9)

Además de las  guerras, de las cuales escribí en publicaciones anteriores, está la señal de las sediciones. Éstas no son un estado de guerra como tal, pero implica conflicto y levantamiento social en contra del régimen establecido. Por lo general, se considera la sedición como un movimiento o una actitud que tiene una gravedad menor que una rebelión o una revolución. Fomentar organizaciones que se oponen a la autoridad, promover la resistencia al poder y realizar discursos públicos en contra del orden establecido son algunas acciones típicas de la sedición. En la época posterior a la resurrección de Jesús, en el año 70dC., hubo la sedición de los Zelotes en contra del Imperio Romano, lo que provocó la destrucción de Jerusalén y el destierro de los judíos por 1,878 años. De la misma manera, han tenido lugar muchas sediciones que han resultado en cambios de gobierno, modificación de las leyes, han aplacado el discrimen y la injusticia social, la voz de las minorías se ha hecho sentir. Otras han acabado en violentas represiones, muertes de civiles, masacres, destrucción de la propiedad pública y monumentos considerados patrimonio cultural de la humanidad. 
Durante los últimos años, los alzamientos y sediciones han sido más numerosos, generalizándose por todo el mundo. A pesar de que a través de la historia se han dado muchas olas de protestas, las que ocurren en la actualidad son diferentes, debido a que tienen patrones de revuelta y tiene su origen en diferentes contextos nacionales y culturales. La mayoría de las protestas se combinan con otras causas, involucrando otras personas o grupos con agendas y modos operativos diferentes. Unos incluyen métodos radicales que promueven desorden, el caos y la destrucción de propiedad privada o pública y hasta muertes, otros son conservadores, que utilizan la protesta pacífica y razonable, otros son moderados, con fuerte retórica, pero comportamiento controlado. Por lo regular estallan de manera dramática, cuando se combina algún evento de indignación colectivo y frustraciones acumuladas a largo plazo.  
Muchos recordamos las sediciones de la “primavera árabe” (2010-12) en el Medio Oriente, organizada para llevar la democracia a los países árabes y musulmanes. Comenzó en Túnez y se extendió por Libia y Egipto, provocando el cambio de sus gobiernos. También llegó a  Siria, donde generó una guerra civil que continúa hasta el presente. Las marchas de la comunidad homosexual (LGBTT), reclamando derechos y privilegios, las protestas en contra del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, la destitución del Gobernador Ricardo Rossello, en Puerto Rico, protestas de las iglesias por injusticias sociales, como el aborto, discrimen religioso y muchísimas otras a través del mundo.  Muchos le han llamado a esta época “la era de la ira”, por el descontento general que existe hacia las instituciones, los gobiernos, las condiciones laborales, el discrimen hacia la mujer, contra los ancianos e impedidos. Algunas de estas razones son justas y necesarias, otras son oportunismos de grupos que quieren adelantar su causa y ganar privilegios sobre otros. Al profeta Daniel se le dijo que este sería un tiempo de turbulencia social, donde habría inquietud de las personas buscando respuestas a los conflictos, habría desplazamientos de personas hacia otros lugares, a causa de las guerras y  la pobreza en sus países de origen,
“Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.” (Daniel 12:4 )

Hay mucha información corriendo a través de las redes sociales, unas son muy buenas y edificantes, otras son falsas y malintencionadas. Tenemos que ser muy cautelosos y probar las fuentes de información, porque si no lo hacemos, podemos encontrarnos protestando y apoyando levantamientos sociales que ni siquiera sabemos la causa. La Palabra de Dios nos manda a no enredarnos en las turbulencias del mundo; no es que no podamos protestar por una causa justa en un momento dado, pero que lo hagamos de manera pacífica y ordenada,
“ Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” (2 Timoteo 2:4)  

“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.” (2 Timoteo 2:23-26)

Tenemos que ser sabios y entender el momento que nos ha tocado vivir, asumiendo nuestra posición en el Cuerpo de Cristo; desde ahí podemos ser de bendición y aportar al rescate de tantas vidas que andan sin fe, ni esperanza por el mundo. Debemos ser facilitadores y no tropiezo para que otros conozcan el evangelio de Jesucristo,
“... manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.” (1 Pedro 2:12)