EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA: Naturaleza del cuerpo glorificado (Parte 7)
“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Corintios 15:22)
Es muy importante entender la composición del cuerpo que tendrá cada creyente al momento del arrebatamiento. El apóstol Pablo nos dice que seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos,
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:51,52)
Pero la pregunta que usualmente nos hacemos es: ¿Qué tipo de cuerpo tendremos de ahí en adelante? Tenemos que partir de la enseñanza que nos brinda el texto sagrado:
“... Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Corintios 15:23)
En la agricultura, las primicias son los primeros frutos de una cosecha, todas las plantas que nacen de esa cepa son de la misma especie que el original. Por ejemplo, unas primicias de mango no pueden producir piñas, ni primicias de aguacate dar guineos; de la misma manera, si Cristo es las primicias de su pueblo, los creyentes tendrán las cualidades del cuerpo que tiene Jesús, a partir de su resurrección. Por lo tanto, debemos observar las características que el Señor manifestó, en su cuerpo resucitado.
El Señor pudo ser reconocido físicamente por María Magdalena y otras mujeres que fueron a ungir el cuerpo de Jesús y recibieron la noticia del ángel, de que había resucitado,
“Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.” (Mateo 28:9)
Muchos se han llegado a preguntar cómo es posible que un cuerpo que murió hace cientos de años puede ser resucitado incorruptible y vivir para siempre. Esa pregunta se la habían hecho al apóstol Pablo,
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.” (1 Corintios 15:35-38)
Lo que el Espíritu nos revela a través del apóstol, es que Dios no necesita recoger los fragmentos del cuerpo mortal que la persona dejó al momento de su muerte, para darle un nuevo cuerpo semejante al que tuvo, pero transformado, sin las limitaciones de esta vida presente,
“Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual.” (1 Corintios 15:42-44)
A través de las escrituras se deja ver que el alma guarda todos los rasgos físicos de la persona, al igual que su personalidad, su conciencia y sus recuerdos, por lo que toda la información de cada individuo está guardada ahí,
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón (alma).” (Proverbios 20:27)
En la experiencia de la transfiguración, los discípulos pudieron reconocer la presencia de Elías y Moisés hablando con Jesús. Tanto Moisés como Elías habían partido de esta vida, pero eran perfectamente reconocibles,
“Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él ...” (Mateo 17:1-3)
En la historia del rico avaro y Lázaro el mendigo, vemos que el hombre avaro descendió al Hades y estando en tormento alzó sus ojos y pudo reconocer a Lázaro en el paraíso,
“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno...” (Lucas 16:22,23)
El cuerpo físico es como un traje temporal para esta vida; lo que origina su vida y lo mantiene vivo cierto número de años, es el alma. En la estructura espiritual, el alma está ligada inseparablemente del espíritu humano, porque se complementan. El espíritu proporciona eternidad, espiritualidad y conciencia racional al alma; en cambio, el alma contiene las emociones, los recuerdos y la voluntad de la persona. Ambos se unen y forman lo que se llama “el hombre interior”,
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios…” (Romanos 7:22)
“... aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” (2 Corintios 4:16)
El apóstol Pablo estaba muy consciente de esta realidad y sabía que estar presente en esta vida es estar ausente del Señor (porque por fe andamos, no por vista); en cambio, estar ausente del cuerpo físico, nos hace estar presentes para Dios,
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.” (2 Corintios 5:4-9)
Por lo tanto, cuando entendemos que el alma contiene todo lo que individuo es, no debe extrañarnos que Dios no necesite recoger los fragmentos de los cuerpos que murieron para resucitarlos.
Otra de las cualidades que vemos en el cuerpo resucitado de Jesús es que puede aparecer y desaparecer sin dejar rastros físicos, esa fue la experiencia de los discípulos que iban camino a Emaús. Tuvieron una larga conversación con el Señor mientras caminaban, sin darse cuenta que era él,
“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:30-32)
También podemos notar que podía atravesar la materia, cuando entró al aposento donde estaban los discípulos, sin abrir la puerta,
“... estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.” (Juan 20:26)
Sin embargo, pudo ser tocado por sus discípulos y se sentó a la mesa para comer con ellos,
“Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.” (Lucas 24:37-43)
Notemos que el cuerpo de resurrección tiene cualidades espirituales y físicas; es inmortal, no se enferma, no se cansa, no necesita dormir, puede gustar la comida, aunque no la necesita para mantenerse vivo, puede elevarse así como Jesús lo hizo cuando se separó de ellos,
“... Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (Hechos 1:9-11)
Se compara el cuerpo de resurrección con un gran edificio, no hecho por mano humana, en comparación a esta pequeña morada terrenal que poseemos en el presente,
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
(2 Corintios 5:1)
El cuerpo de resurrección posee el lenguaje universal que hablaremos por la eternidad para comunicarnos. Los lenguajes humanos son temporales, para esta vida presente, pero en nuestro espíritu está latente el nuevo idioma que utilizaremos.
En la actualidad, las personas que parten de esta vida suben al paraíso sin cuerpo, para esperar la hora de la resurrección, donde recibirán sus cuerpos glorificados,
“Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.” (2 Corintios 5:2,3)
De la misma manera, las personas que mueren en condenación, descienden en alma al Hades, a esperar la resurrección para muerte eterna en el lago de fuego,
“... la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.” (Apocalipsis 20:13,14)
Cabe recordar que la muerte eterna no es una aniquilación, donde la persona deja de existir, sino que es un estado de tormento, dolor y sufrimiento eterno, donde no hay descanso y la persona continúa existiendo para siempre, excluidos de la presencia de Dios,
“... no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28)
Tenemos dos caminos a escoger: El camino de la vida en Jesús o el de la condenación. No hay puntos intermedios,
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:13,14)
Procuremos estar en el lado correcto al momento de partir de esta vida.
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