Friday, June 26, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 6)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 6)
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?...” (Apocalipsis 5:1,2)   

El tercer evento trascendental que ocurrirá en el cielo con la Iglesia es la apertura de los sellos, y por ende, el inicio del período de la tribulación en la tierra. De manera que tenemos dos cuadros opuestos: En el cielo la alegría, la paz y la celebración de los redimidos y en la tierra, tribulación y angustia, cual el mundo no ha conocido, ni conocerá después. 

Por esta razón, el apóstol Juan notó que en el trono de Dios habían relámpagos, voces y truenos, sin embargo delante había un mar semejante al vidrio, limpio como cristal,
"Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal..." (Apocalipsis 4:5,6) 

Esto tiene que ver con el doble aspecto de la revelación,
“Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder…” (2 Tesalonicenses 1:6,7) 

Debemos tener claro que los eventos con la Iglesia en las esferas celestiales tendrán lugar simultáneamente al período de la tribulación en la tierra. La transformación de nuestros cuerpos mortales no borrará la memoria de lo que fuimos, ni lo que experimentamos en esta vida; solamente el sentimiento es cambiado, porque nuestra pequeña choza es cambiada por un gran edificio espiritual, donde la comprensión y el conocimiento se abre en su totalidad y el sentimentalismo humano es sustituido por la plenitud del carácter de Dios. Esto lo podemos ver con toda claridad a través del libro de Apocalipsis, donde notamos que la Iglesia está a la expectativa del desarrollo de los juicios de Dios sobre el mundo, con plena conciencia de los eventos que suceden, entendiendo que es el justo pago de Dios sobre la humanidad impenitente y celebra la victoria del Señor sobre los poderes de las tinieblas,
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos….” (Apocalipsis 5:5) 

“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (7:13,14)

“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.” (11:15-18)   

“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!” (19:1-4)

Se muestra la figura de Jesucristo representada por un Cordero que parecía haber sido inmolado. Esta es la razón por la que Él es el único digno de abrir el libro de los siete sellos que van dirigidos a purificar la tierra de la maldad y dar paso al reino eterno de Dios. Jesús es la gran piedra que Nabucodonosor vio descender del cielo para golpear y destruir los reinos del mundo y establecerse como un reino de justicia, paz y verdadera prosperidad, 
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.” (Daniel 2:44,45) 

El apóstol Juan vio al Cordero en medio del trono del Padre, los cuatro seres vivientes y los ancianos. Esto nos recuerda que el testimonio de Jesús es lo que da vida y sentido a la profecía; Él es el centro del plan redentor de Dios, todo apunta hacía su vida y obra,
“Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:10) 

Pudo notar siete cuernos, lo que nos habla de su omnipotencia. El número siete indica plenitud, universalidad y los cuernos simbolizan poder, gobierno y fortaleza. También nos describe que tiene siete ojos que representan la obra del Espíritu Santo por toda la tierra; es el agente de Dios para hacer cumplir la obra del sacrificio de Jesús:Trae convicción sobre los que no le conocen, produce el nuevo nacimiento en los que reciben a Jesus como Salvador, guía a los creyentes en la verdad de la Palabra de Dios, los consuela y fortalece en los momentos de debilidad,
“Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” (Juan 16:7-11)   

En un momento de extrema solemnidad, Jesús toma el libro de los siete sellos de la mano derecha del Padre, lo cual indica una acción poderosa e inmediata,       
“Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” (Apocalipsis 5:7-10)   

Notamos que cuando Jesucristo recibe el libro de la mano del Padre, los seres vivientes y los 24 ancianos se postraron para adorarlo, teniendo arpas y copas de oro en sus manos. Las arpas nos hablan de la perfecta paz y armonía de la Iglesia en su estado de glorificación. Este instrumento fue usado por David cuando el rey Saúl era atormentado por demonios; Dios traía alivio a la vida de este hombre arrogante y envidioso cuando David, el blanco de su animosidad, tocaba el arpa. También fue un instrumento musical muy usado en el templo para adorar a Dios. 
Las copas de oro simbolizan la calidad de la vida espiritual de los redimidos; son gente consagrada, maduros espiritualmente, probados. Ni una de sus oraciones cayó por tierra, porque supieron honrar a Dios por encima de sus propias vidas. En su adoración proclaman la soberanía, el poder y el dominio de Jesús sobre toda la creación, a raíz de su muerte sacrificial que hizo posible la redención para la humanidad,
“... y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:8-11)

“Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” (Apocalipsis 5:9,10)   

A la adoración se unen los ángeles, los cuales junto a  los seres vivientes y la Iglesia hacen un numero incontable (millones de millones). Notemos que no dice millones y millones, sino millones de millones o sea millones veces millones, lo cual se hace inexpresable en nuestro vocabulario. La creación misma se une en la adoración,
“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.”

Obviamente se excluyen de esta adoración los rebeldes contumaces que estarán trabajando duramente para evitar que Jesús regrese a reinar sobre el mundo,
“Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.” (Apocalipsis 17:14)

De manera que la Iglesia estará presenciando y celebrando el justo juicio de Dios sobre el mundo y su victoria sobre Satanás y sus seguidores. Esto será así, hasta que al final del período, se disponga a regresar con Jesús para establecer el Reino eterno de Dios en el mundo. De esto estaremos escribiendo en las próximas publicaciones.          

Thursday, June 18, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 5)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 5)
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” (Apocalipsis 19:7,8)

En la pasada publicación pudimos ver a través de las escrituras proféticas, que una vez la Iglesia sea arrebatada al tercer cielo, tendrán lugar dos eventos principales. El primero será el juicio de los creyentes (Bimah), donde cada persona perteneciente a la Iglesia será recompensada individualmente, conforme a la labor que realizó mientras estaba en esta vida. El segundo gran evento que tendrá lugar en el cielo, tras la llegada de la Iglesia del Señor será las bodas del Cordero. 

En el capítulo cuatro de Apocalipsis podemos leer que el apóstol Juan tuvo la maravillosa experiencia de ser arrebatado al tercer cielo y presenciar por adelantado la gran celebración espiritual que se efectuará cuando la Iglesia se una permanentemente con Jesús en las esferas celestiales,
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.” (Apocalipsis 4:1-3) 

El arrebatamiento de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:15-17) está representado en la    experiencia del apóstol. El entendimiento humano se queda corto ante la grandeza de lo que pudo ver y escuchar en esta revelación del futuro que se le mostraba. Pudo notar que alrededor del trono del Padre había 24 tronos y sobre ellos veinticuatro ancianos con ropas blancas y coronas de oro en sus cabezas,
“Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.” (v.4)  

Mucho se ha discutido sobre la identidad de estos ancianos que rodean el trono de Dios. Unos creen que son los doce patriarcas, hijos de Jacob, que fundaron las doce tribus de Israel en el Antiguo Testamento y los doce apóstoles del Señor en el Nuevo Testamento. De este modo, si lo fuéramos a tomar literalmente, los 24 ancianos serían de la nación judía. Sin embargo, en un cuidadoso estudio del pasaje notamos varios puntos interesantes: 
  1. En este punto de la historia, en la cronología de los eventos descritos en Apocalipsis, todavía Israel no ha alcanzado su punto de restauración; estarán atravesando por el período de la gran tribulación.
  2. Las promesas de Dios para Israel se encaminan en un aspecto terrenal, no se les ha prometido un reino espiritual, como a la Iglesia. 
  3. Los 24 ancianos no pueden ser solamente judíos, porque el texto dice que son de todas partes del mundo: “... nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación…” (Apocalipsis 5:9)
  4. No pueden ser seres angelicales, ya que los ángeles no son redimidos por la sangre de Jesucristo. Ellos decidieron su destino cuando eligieron quedarse del bando de Dios en la rebelión de Satanás: “... porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios…” (5:9) 
  5. Se les ve con coronas de oro sobre sus cabezas. Este tipo de corona (gr. stephanos) son las que se otorgaban a los ganadores de la lucha olímpica. Son premios para los cuales el aspirante necesita mucha disciplina en la preparación y fortaleza para resistir la gran presión de los combates. Tipifica la importancia de la preparación espiritual diaria y la necesidad de ser investidos de la fortaleza de Dios, para lograr vencer los conflictos en nuestro caminar por la vida. Son coronas para gente que ha peleado la buena batalla y han logrado vencer por el poder del sacrificio redentor de Jesús, la Palabra de Dios y negándose a sí mismo para conformarse a la voluntad de Dios: “... y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:11)       
  6. Serán reyes y sacerdotes en el reino eterno de Jesucristo. Los únicos llamados a reinar en el aspecto espiritual sobre las naciones son las personas redimidas, que componen la Iglesia del Señor: “... y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” (5:10)  
  7. La Iglesia del Señor desde sus comienzos (33 dC.) hasta el presente, se compone de un número incontable de personas: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones…” (Apocalipsis 5:11) A pesar de que la cifra incluye a los ángeles y los seres vivientes, el número de los que pertenecen a la Iglesia es enorme, sin contar los que se añaden después; los que suben de la gran tribulación: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero… Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apocalipsis 7:9,10,13-15)
Queda evidenciado que este grupo de 24 ancianos representa a toda la Iglesia cristiana, desde sus comienzos en el aposento alto (Hechos 2), incluyendo a los que suben a través de la muerte en la gran tribulación,
“... los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apocalipsis 7:14,15)

El número 24 tiene que ver con el servicio a Dios. Cuando el rey David estableció las órdenes sacerdotales para el servicio en el templo, las dividió en grupos de 24. Todos eran descendientes de Eleazar e Itamar, hijos de Aarón. (1 Crónicas 24)  

El apóstol Juan vio que del trono de Dios salían relámpagos y truenos y voces, sin embargo, delante del trono había un mar sereno, que irradia la paz del Creador sobre sus redimidos, Apocalipsis 4:5. Son dos cuadros aparentemente contradictorios, pero tipifica dos realidades: 
  1. Dios se levanta de su santo lugar para castigar al morador de la tierra, por su maldad: “Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.” (Isaías 26:21) 
  2. La inmensa paz de los redimidos del Señor, en su estado eterno: “Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.” (Isaías 26:20)
El Espíritu Santo es simbolizado por las siete lámparas de fuego delante del trono de Dios; el número 7 representa plenitud, totalidad, universalidad, 
“... delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.” (Apocalipsis 4:5)  

Se nota la presencia de los seres vivientes; estos son servidores delante del trono de Dios continuamente y poseen una capacidad extraordinaria de adoración. En Isaías se les describe como seres ardientes de impresionante resplandor y una adoración estremecedora,
“... vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.” (Isaías 6:1-4)

Tanto los seres vivientes, como los ángeles, por su vasta experiencia ministrando en la presencia de Dios, tendrán que ayudar a la Iglesia a acercarse al trono de la Majestad divina y ofrecer la adoración sobrenatural que merece el Creador de los cielos y la tierra. Recordemos que los cristianos en la actualidad tenemos experiencias con Dios regularmente y le adoramos de todo corazón, pero nada se compara a ese momento cuando la Iglesia esté cara a cara con el Autor de la vida,
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12)    

Los seres vivientes lideran la adoración y la Iglesia representada en la figura de los 24 ancianos se postran sobre sus rostros y echan sus coronas, recibidas en el juicio del Bimah, delante de la presencia del Padre. Esto es un acto de rendición total, porque reconocen que tanto la salvación, como las coronas recibidas por su labor, son obra de la gracia divina y solamente Él merece el reconocimiento,
“Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Apocalipsis 4:9-11) 

Durante esta ministración se efectuarán las bodas del Cordero; la esencia misma de Dios se une con su pueblo para siempre. Las coronas se transformarán en un brillo de gloria, en cada persona, conforme a la magnitud de su recompensa,
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” (Daniel 12:3)   

“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mateo 13:43) 

Después de un buen tiempo de adoración, se hace una pausa, porque  hay que abrir los sellos o decretos legales que ordenan el comienzo de los juicios divinos sobre el mundo. Sin embargo, es un documento tan importante y sagrado que nadie es digno de abrirlo, ni siquiera mirarlo, 
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.” (Apocalipsis 5:1-3)

Sí no aparecía alguien digno de abrirlo, se detenía el plan de Dios, lo cual es imposible que ocurra. Pero el ángel lanza la pregunta y Juan se da cuenta que nadie poseía la dignidad suficiente para darle continuidad al plan restaurador de Dios, por lo cual se echó a llorar desconsoladamente: “ Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.” (v.4)  

Uno de los ancianos lo consuela cuando le indica que solamente había Uno que poseía esa dignidad, Jesucristo, el Hijo de Dios, en virtud de su aplastante victoria en la cruz sobre el reino de las tinieblas, 
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” 

Quizás algunos digan que por ser Dios, Jesucristo es automáticamente digno para esta acción y eso es cierto, sin embargo, en el cielo, al igual que en la tierra, hay tribunales y es totalmente necesario que Dios deje evidenciada la mentira y el engaño de Satanás para prevenir cualquier otra rebelión. 

Continuará…        

Monday, June 1, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 4)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA (Parte 4) 
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)

Poco se habla de los eventos que ocurrirán con la Iglesia después de su arrebatamiento al cielo. Diferentes partes de la escritura nos arrojan luz sobre esta nueva forma de vida que tendrá la Iglesia del Señor. El apóstol Pablo escribió sobre un juicio para los creyentes, más allá de esta vida, donde se evaluará y recompensará la obra de cada uno,   
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)

Debemos estar claro que este juicio no es para decidir la salvación o condenación de las personas; se sobreentiende que si la persona fue arrebatada con la Iglesia, es un claro indicio de que es salva y eso no es revocable. La comparecencia ante el trono de Cristo será para otorgar la merecida recompensa a cada persona por su labor mientras estuvo en esta vida. Sin embargo, se menciona dos tipos de calificaciones: buena obra o mala obra. Cada una tendrá su validez o invalidez delante del trono divino,
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1 Corintios 3:11-15)  

Este pasaje nos deja ver con la expresión, "el día la declarará", que en este juicio, ya no habrán sombras, ni símbolos, como en la época presente,
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12) 

La obra de cada uno será evaluada por la mirada escrutadora omnisciente de Jesucristo (el fuego la probará) ante quien nada puede ser encubierto y más allá del ojo humano, conoce lo más profundo de las intenciones. El apóstol Juan observó esta cualidad de Jesús, cuando lo vio en su estado glorificado; vio sus ojos como llama de fuego, (Apocalipsis 1:14).  

El fundamento para la salvación de toda persona es la fe en el sacrificio redentor de Jesús, pero debemos tener cuidado cómo sobreedificamos en nuestro caminar sobre esta tierra. El creyente no es salvo por las meras obras, sino que la verdadera fe produce las obras que son aceptables ante Dios. Éstas se generan de manera espontánea y genuina, cuando hay una verdadera relación con Jesús y se tiene la motivación correcta. Se manifiestan para dar gloria a Dios y acercar las personas a la verdad divina. 

En cambio está el tipo de obra que se realiza de manera incorrecta,buscando el reconocimiento de los demás, el elogio de las multitudes, la atención de los medios de comunicación, a veces se persigue la ayuda de los gobiernos para adquirir poder monetario y adquisición de propiedades. En ocasiones, las verdaderas motivaciones se encubren con frases como, “pasión por las almas”, “celo espiritual”, “conquistar los gobiernos para Dios”, “tiempo de la siega” y otros. Estos términos son correctos, pero la motivación del que los utiliza puede hacer la diferencia entre un amor genuino a la obra de Dios o el provecho personal. Esto no se puede juzgar a simple vista, pero el que escudriña los corazones lo conoce muy bien y quedará al descubierto en el juicio ante el Tribunal de Cristo. A este tipo de obra se le llama “phaulos” que significa: No prominente, no sobresaliente, sin validez. No implica necesariamente la condenación del que las hace, sino una pérdida de recompensa: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” 

El término “Tribunal de Cristo” o “Bimah”, trae la idea de un lugar alto, que se usaba en las competencias atléticas, para evaluar los ganadores de cada evento. La recompensa que será otorgada en este juicio se le llama en forma genérica: La corona de la vida, 
“ Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10) 

Esta corona, “Stephanos”, es la que se otorgaba a los ganadores de los eventos deportivos y representa la gran preparación, disciplina y esfuerzo que tuvo el atleta para ganarla. Esto nos enseña la importancia de sujetar nuestras pasiones pecaminosas en obediencia a la Palabra de Dios y tener vidas disciplinadas en el Señor en todo momento. 

La corona de la vida tiene muchas implicaciones para la vida del creyente fiel, tales como: La liberación del pecado, junto a la condenación que lleva consigo; la salvación eterna de la persona; el estado perfecto de armonía, paz, gozo, plena satisfacción y reconocimiento verdadero por sus esfuerzos. Se le dará un nombre nuevo conforme al carácter desarrollado en su caminar con el Señor, 
“Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.” (Apocalipsis 2:17)

En varios pasajes de la Escritura, se nos enseña que Dios espera que seamos fieles mayordomos de los bienes que ha puesto bajo nuestra administración,
“Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.” (Lucas 12:42,43)   

“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” (1 Corintios 4:1,2)

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Pedro 4:10)

“Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:20,21) 

La Palabra también nos enseña que debemos ocuparnos en cultivar y crecer en nuestra vida espiritual, porque a partir de esa intimidad con Dios, se nos dará las ideas, la fortaleza, el buen ánimo y los colaboradores que el Señor pondrá en sus corazones ayudarnos o nosotros ayudar, con nuestros respectivos dones y talentos, 
“... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida…” (Filipenses 2:12-16)

Como mencioné anteriormente, estas obras deben ser hechas entendiendo que trabajamos para el Dueño y Creador del universo y su causa: El reino eterno de Dios sobre el mundo; no es para adelantar la agenda personal de ningún ser humano. Desde las cosas más sencillas que podamos realizar, como darle un vaso de agua a un creyente, hasta la construcción de mega templos para que las personas puedan ser instruidas en los caminos del Señor, tendrán su recompensa en el Tribunal de Cristo (Bimah), todo depende de la correcta motivación,
“Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (Mateo 10:42) 

En la próxima publicación estaremos viendo el segundo gran evento que tendrá lugar durante los siete años que estaremos con Jesús en las esferas celestiales: Las bodas del Cordero o la unión de Jesucristo con su pueblo para siempre. 

Continuará…