Sunday, July 26, 2020

EL PERIODO DE LA TRIBULACIÓN (Parte 2)

EL PERÍODO DE LA TRIBULACIÓN (Parte 2)   
“... He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” (Apocalipsis 5:5)

El tiempo de la tribulación se está anunciando hace mucho tiempo y muchos han llegado a pensar que son historias inventadas por los cristianos para meter miedo y manipular,   
“... en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” (2 Pedro 3:3,4)

Pero debemos entender que Dios tiene todo el poder y la prerrogativa de hacer las cosas cuando sabe que son necesarias,
“... en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.” (2 Pedro 3:5-7) 

El concepto del tiempo para Dios no siempre es el mismo de la perspectiva humana,
“... no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” (2 Pedro 3:8) 

De algo podemos estar muy seguros, Dios no fallará en cumplir todo lo que ha prometido porque es fiel y su aparente tardanza es una oportunidad para que muchos le conozcan y sean salvos,
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9)

“Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación…” (2 Pedro 3:15) 

Es más probable que alguna de las leyes naturales falten antes de que las palabras del Señor se dejen sin cumplir,
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)   

Evidentemente estamos tratando con un Dios todopoderoso y omnisciente; todo lo que ha dicho, vendrá a su perfecto cumplimiento en el momento indicado. En cuanto a nosotros, nos toca desarrollar una comunión íntima con El cada día y pedirle que nos prepare, para que en el día del arrebatamiento podamos ser parte del pueblo que se levanta,
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (Lucas 21:34-36)   

En el libro de Apocalipsis, se describen los castigos de Dios sobre el mundo en tres grupos de siete juicios cada uno, en otras palabras, veintiuno. Algunos de ellos serán cataclísmicos y afectarán la geografía del mundo como lo conocemos hoy. Se pueden resumir de la siguiente manera:
  1. Siete sellos- Decretos divinos que tienen que ver con la estructura política de Israel y las demás naciones.
  2. Siete trompetas- Alarmas de guerra que le anuncian al mundo que Dios está guerreando contra ellos. 
  3. Siete copas- Juicios del Señor directamente contra el reino del anticristo y sus seguidores. 
Algunos de estos castigos serán por permisión divina, ya que Dios dará vía libre a peligros y situaciones que están presentes de forma natural y hasta ahora Él los ha evitado.  Otros son por intervención sobrenatural, directamente de parte del Señor. 

En la primera secuencia leemos sobre la apertura de los sellos; Juan vio en la mano del Padre un documento legal, cerrado con siete sellos. Es un libro de extrema confidencialidad e importancia, que determina el rumbo a seguir en los planes de Dios para el mundo,
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.” (Apocalipsis 5:1)   

Nadie poseía la dignidad que se requería para abrir ese libro y desatar sus sellos, ni en el cielo, ni en la tierra,
“Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.” (Apocalipsis 5:2,3) 

Juan lloraba mucho, porque pensaba que el plan de Dios se detendría allí y la causa estaba perdida,
“Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.” (Apocalipsis 5:4) 

Uno de los ancianos lo reconforta cuando le dice que solamente Jesús, el Cordero inmolado era digno de abrir el libro y darle continuidad al plan de Dios. Su sacrificio por la humanidad lo califica perfectamente para esta misión,    
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” (Apocalipsis 5:5) 

El apóstol Juan pudo observar cuando Jesús abrió el primer sello; este es el inicio del período de la tribulación,
“Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.” (Apocalipsis 6:1,2)   

Se puede apreciar la figura del anticristo surgiendo en el escenario mundial, con la apariencia de un hombre de paz, sabiduría y justicia (montado sobre un caballo blanco) quien mediante la elocuencia y diplomacia subirá al trono del mundo (arco sin flecha y le fue dada una corona). Se enfatiza que saldrá venciendo y para vencer, esto será así, ya que el Espíritu Santo, después de arrebatada la Iglesia, dará vía libre a la manifestación del hijo de perdición,
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” (2 Tesalonicenses 2:7-10) 

Las escrituras proféticas arrojan bastante luz sobre el origen, la vida y el final de este personaje fatídico. El patriarca Jacob tuvo oportunidad de ver algo en la descendencia de su hijo Dan por revelación del Señor y quedó espantado, anhelando la salvación que viene de Dios,
“Dan juzgará a su pueblo, Como una de las tribus de Israel. Será Dan serpiente junto al camino, víbora junto a la senda, que muerde los talones del caballo, y hace caer hacia atrás al jinete. Tu salvación esperé, oh Jehová.” (Génesis 49:16-18) 

La profecía identifica al anticristo como descendiente de la tribu de Dan. Esta tribu fue deportada por el imperio asirio en el año 722 aC., pero según muchos estudiosos, emigraron hacia Europa y establecieron lo que hoy se conoce como Dinamarca (Marca de Dan), uno de los países de mayor laxitud moral en el mundo. Por tal razón, este enemigo abierto de Dios será de ascendencia danesa. Muy posiblemente recibirá educación en el cristianismo, pero apostatará de la fe y se entregará en cuerpo y alma en un pacto con Satanás, 
“Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá. Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra.” (Daniel 11:37-39) 

El apóstol Juan menciona la salida de muchos anticristos del seno de las congregaciones, gente que  se apartan y se vuelven enemigos abiertos de Dios y de su obra,
“Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.” (1 Juan 2:18,19)

No se trata de gente que quieren pasar como si fueran Cristo (pseudo- Cristos), sino de enemigos abiertos de la verdad (anti- Cristos). Así será el caso del anticristo final, será un apóstata y enemigo acérrimo de Jesús. Recibirá el poder satánico en toda su plenitud, para engañar y reinar sobre el mundo incrédulo en los días de la tribulación,
“... inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” (2 Tesalonicenses 2:9,10) 

“Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra….” (Daniel 11:39) 

Continuará…     

Wednesday, July 22, 2020

EL PERIODO DE LA TRIBULACIÓN (Parte 1)

EL PERÍODO DE LA TRIBULACIÓN (Parte 1) 
“... porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo…” (Mateo 24:21,22)

Después de haber visto los eventos relacionados con la Iglesia después de su traslado al cielo, estaremos tocando el tema del período de la tribulación en la tierra, lo cual ocurrirá simultáneamente. Este será un tiempo muy duro para la humanidad, será una época de angustia cual el mundo jamas ha conocido, ni conocerá después.

El profeta Sofonías lo describe como un tiempo de retribución, donde Dios castigará la maldad de los moradores de la tierra, por su rechazo a la verdad divina, 
“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol.” (Sofonías 1:14-17) 

Este período tiene varios propósitos en la perspectiva de Dios: 
  1. Desenmascarar la hipocresía religiosa de los pueblos; poner en evidencia el verdadero carácter y las intenciones de los que rechazan la verdad divina y se complacen en la vida de pecado: “... entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” (2 Tesalonicenses 2:8-10) 
  2. Hacer volver a la nación de Israel a los vínculos del pacto: “Os  haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí…” (Ezequiel 20:37,38) 
  3. Reunir a las doce tribus de Israel, dispersas por el mundo y traerlas de regreso a su tierra prometida: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.” (Mateo 24:31)
  4. Evidenciar el engaño y la mentira de Satanás: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones...” (Apocalipsis 20:1-3) 
  5. La total restauración de Israel como pueblo escogido terrenalmente: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.” (Zacarías 12:10) 

Este período corresponde a la septuagésima semana profética revelada al profeta Daniel (Daniel 9:24-27). En esta profecía, cada semana tiene siete años de duración, porque son proféticas (heb. Shabua), de manera que abarcan 490 años. Son totalmente necesarias para la reunión y restauración del pueblo escogido,
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.” (Daniel 9:24)

Se divide en tres periodos de tiempo: Siete semanas, sesenta y dos semanas y una semana. Comienza cuando Nehemías recibe la autorización del rey Artajerjes para la restauración y edificación de Jerusalén (445 aC.); esta obra tomó 49 años en completarse, por eso la profecía describe ese tiempo en siete semanas o 49 años y luego sesenta y dos semanas adicionales o 434 años, lo que nos lleva a la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén; suman 483 años. Luego se detiene el conteo profético para dar paso al sacrificio de Jesús y la era de la Iglesia. Una vez ocurra el arrebatamiento, se reanudará el trato de Dios con la nación de Israel en la semana 70 o el período de la tribulación,
“Y  por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.” (Daniel 9:27) 

El profeta Jeremías quedó espantado al observar esta época en visión profética,
“Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado.” (Jeremías 30:5-7) 

El ángel del Señor le aseguró al profeta Daniel que este tiempo sería muy difícil, pero Dios tiene el control final y traerá liberación a su pueblo,
“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.” (Daniel 12:1)  

El Señor le dejó saber al apóstol Juan, en la revelación del Apocalipsis, que será un tiempo de prueba donde Dios infligirá  toda clase de males contra la humanidad impenitente, para que sea revelado el verdadero carácter de las personas. Se producirá un efecto de polarización, donde algunos se arrepentirán de su maldad y otros se volverán enemigos abiertos de Dios; no habrá puntos intermedios,
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.” (Apocalipsis 3:10) 

El período de la tribulación será una época donde los mismos elementos de la naturaleza serán sacudidos y no habrá paz ni seguridad para nadie,
“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.” (Lucas 21:25,26) 

El profeta Isaías había recibido la unción del Señor para predicar sobre la época de la gracia y también sobre el período de la tribulación; lo llamó, el día de venganza de Dios, 
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro…” (Isaías 61:1,2)  

La Iglesia de Jesucristo no pasará por ese período, ya que es un tiempo de ira y Dios ha prometido no dejarnos pasar por ahí. La Iglesia ha atravesado por muchos períodos de tribulación en su  historia, pero no está puesta para pasar por esa tribulación final, sino que será arrebatada antes del comienzo de ese período,      
“Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (1 Tesalonicenses 5:9) 

El período de la tribulación será el comienzo del “día del Señor”. Es muy importante entender que este día profético tendrá una duración de más de mil años, ya que abarca el período de la tribulación, la segunda venida de Jesús, los primeros mil años del gobierno teocrático del Señor, la segunda revuelta de Satanás, su destrucción en el lago de fuego, junto a sus ángeles caídos y el juicio ante el gran trono blanco,
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas… Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia…” (2 Pedro 3:10,13)

Después de estos eventos, se menciona que el cielo se enrollará como un pergamino para dar paso a los nuevos cielos y tierra,
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más…” (Apocalipsis 21:1)   

El día del Señor es literalmente un tiempo donde Dios completará la restauración de todas las cosas, ya no habrá más “paños tibios”, como decimos en Puerto Rico. 

Algunos intérpretes, por no entender esto, predican que la Iglesia estará en la tierra cuando el anticristo se manifieste, basados en el pasaje de la carta a los tesalonicenses, 
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” (2 Tesalonicenses 2:1-4) 

Había una gran preocupación en los creyentes de Tesalónica de que ya hubiera acontecido el arrebatamiento y ellos se hubieran quedado. Pablo les aclara que tanto la gran apostasía como la manifestación del anticristo son eventos del día del Señor, que no corresponden a la época de la Iglesia. Las palabras: “... no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición…” significa que tendríamos que ver esas cosas para entender que ya comenzó el día del Señor, lo cual no será así.   

La Iglesia solamente experimentará los años de “principio de dolores” que ya están presentes en el mundo, 
“... Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.” (Mateo 24:4-8)

Por eso, las profecías dadas por Jesús en Mateo 24, desde el versículo 9 en adelante, tienen que ver con la nación de Israel en medio de la semana 70.     

Se nos manda a estar apercibidos como Iglesia, porque en cualquier momento puede ocurrir el arrebatamiento y dar comienzo el día del Señor,   
“... el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.” (1 Tesalonicenses 5:2-6)   

Continuará…  


Tuesday, July 14, 2020

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA: Naturaleza del cuerpo glorificado (Parte 7)

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA: Naturaleza del cuerpo glorificado (Parte 7) 
“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Corintios 15:22) 

Es muy importante entender la composición del cuerpo que tendrá cada creyente al momento del arrebatamiento. El apóstol Pablo nos dice que seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos,
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Corintios 15:51,52) 

Pero la pregunta que usualmente nos hacemos es: ¿Qué tipo de cuerpo tendremos de ahí en adelante? Tenemos que partir de la enseñanza que nos brinda el texto sagrado: 
“... Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Corintios 15:23) 

En la agricultura, las primicias son los primeros frutos de una cosecha, todas las plantas que nacen de esa cepa son de la misma especie que el original. Por ejemplo, unas primicias de mango no pueden producir piñas, ni primicias de aguacate dar guineos; de la misma manera, si Cristo es las primicias de su pueblo, los creyentes tendrán las cualidades del cuerpo que tiene Jesús, a partir de su resurrección. Por lo tanto, debemos observar las características que el Señor manifestó, en su cuerpo resucitado.    

El Señor pudo ser reconocido físicamente por María Magdalena y otras mujeres que fueron a ungir el cuerpo de Jesús y recibieron la noticia del ángel, de que había resucitado,     
“Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.” (Mateo 28:9)

Muchos se han llegado a preguntar cómo es posible que un cuerpo que murió hace cientos de años puede ser resucitado incorruptible y vivir para siempre. Esa pregunta se la habían hecho al apóstol Pablo,
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.” (1 Corintios 15:35-38) 

Lo que el Espíritu nos revela a través del apóstol, es que Dios no necesita recoger los fragmentos del cuerpo mortal que la persona dejó al momento de su muerte, para darle un nuevo cuerpo semejante al que tuvo, pero transformado, sin las limitaciones de esta vida presente,
“Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual.” (1 Corintios 15:42-44)

A través de las escrituras se deja ver que el alma guarda todos los rasgos físicos de la persona, al igual que su personalidad, su conciencia y sus recuerdos, por lo que toda la información de cada individuo está guardada ahí,
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón (alma).” (Proverbios 20:27) 

En la experiencia de la transfiguración, los discípulos pudieron reconocer la presencia de Elías y Moisés hablando con Jesús. Tanto Moisés como Elías habían partido de esta vida, pero eran perfectamente reconocibles,
“Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él ...” (Mateo 17:1-3) 

En la historia del rico avaro y Lázaro el mendigo, vemos que el hombre avaro descendió al Hades y estando en tormento alzó sus ojos y pudo reconocer a Lázaro en el paraíso,
“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno...” (Lucas 16:22,23) 

El cuerpo físico es como un traje temporal para esta vida; lo que origina su vida y lo mantiene vivo cierto número de años, es el alma. En la estructura espiritual, el alma está ligada inseparablemente del espíritu humano, porque se complementan. El espíritu proporciona eternidad, espiritualidad y conciencia racional al alma; en cambio, el alma contiene las emociones, los recuerdos y la voluntad de la persona. Ambos se unen y forman lo que se llama “el hombre interior”,
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios…” (Romanos 7:22)
“... aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” (2 Corintios 4:16) 

El apóstol Pablo estaba muy consciente de esta realidad y sabía que estar presente en esta vida es estar ausente del Señor (porque por fe andamos, no por vista); en cambio, estar ausente del cuerpo físico, nos hace estar presentes para Dios,   
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.” (2 Corintios 5:4-9)

Por lo tanto, cuando entendemos que el alma contiene todo lo que individuo es, no debe extrañarnos que Dios no necesite recoger los fragmentos de los cuerpos que murieron para resucitarlos. 

Otra de las cualidades que vemos en el cuerpo resucitado de Jesús es que puede aparecer y desaparecer sin dejar rastros físicos, esa fue la experiencia de los discípulos que iban camino a Emaús. Tuvieron una larga conversación con el Señor mientras caminaban, sin darse cuenta que era él,
“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:30-32)

También podemos notar que podía atravesar la materia, cuando entró al aposento donde estaban los discípulos, sin abrir la puerta,
“... estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.” (Juan 20:26)

Sin embargo, pudo ser tocado por sus discípulos y se sentó a la mesa para comer con ellos,  
“Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.” (Lucas 24:37-43)  

Notemos que el cuerpo de resurrección tiene cualidades espirituales y físicas; es inmortal, no se enferma, no se cansa, no necesita dormir, puede gustar la comida, aunque no la necesita para mantenerse vivo, puede elevarse así como Jesús lo hizo cuando se separó de ellos,
“... Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (Hechos 1:9-11) 

Se compara el cuerpo de resurrección con un gran edificio, no hecho por mano humana, en comparación a esta pequeña morada terrenal que poseemos en el presente,
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 
(2 Corintios 5:1) 

El cuerpo de resurrección posee el lenguaje universal que hablaremos por la eternidad para comunicarnos. Los lenguajes humanos son temporales, para esta vida presente, pero en nuestro espíritu está latente el nuevo idioma que utilizaremos. 

En la actualidad, las personas que parten de esta vida suben al paraíso sin cuerpo, para esperar la hora de la resurrección, donde recibirán sus cuerpos glorificados, 
“Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.” (2 Corintios 5:2,3) 

De la misma manera, las personas que mueren en condenación, descienden en alma al Hades, a esperar la resurrección para muerte eterna en el lago de fuego, 
“... la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.” (Apocalipsis 20:13,14)  

Cabe recordar que la muerte eterna no es una aniquilación, donde la persona deja de existir, sino que es un estado de tormento, dolor y sufrimiento eterno, donde no hay descanso y la persona continúa existiendo para siempre, excluidos de la presencia de Dios,
“... no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28) 

Tenemos dos caminos a escoger: El camino de la vida en Jesús o el de la condenación. No hay puntos intermedios,
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:13,14) 

Procuremos estar en el lado correcto al momento de partir de esta vida.