Wednesday, February 19, 2020

EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 2)

EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 2)
(Cartas a las siete iglesias)

Continuamos hoy hablando sobre el período de tiempo que las Sagradas Escrituras llaman:”El presente siglo malo”. Vimos en la pasada edición que este tiempo comenzó desde la victoria de nuestro Señor Jesucristo sobre la cruz del Calvario. A raíz de su muerte expiatoria llegó la redención a la humanidad y Satanás fue arrojado del cielo a la tierra, sin oportunidad de volver allá. Esto ha provocado la ira del enemigo, primordialmente sobre la nación que engendró al Mesías (Israel) y al resto de su descendencia (la Iglesia). La caída de Satanás de las esferas celestiales le anuncia que en el calendario profético comenzaron los “postreros días”, que su imperio de muerte ha sido destruido y que sus días se acortan antes de ser encerrado. 
Es una grave equivocación pensar que el diablo viene con cuernos, rabo y un tridente, porque en nada se parece a eso. Las escrituras lo llaman “Lucero, el hijo de la mañana y  lo describen como un querubín acabado de hermosura, sumamente sagaz y elocuente”, (Isaías 14:12-15; Ezequiel 28:12-19) Aunque el pasaje de Isaías es una burla al rey de Babilonia y el pasaje de Ezequiel  es una endecha sobre el rey de Tiro, la retórica toma un giro profético y nos describe a Satanás en su estado original y la razón por la que se rebeló. Aunque perdió su esplendor natural en la caída, todavía es capaz de transformarse en ángel de luz para engañar a los incautos, (2 Corintios 11:14). La mayor parte de las veces opera usando la misma concupiscencia de los seres humanos, (Santiago 1:13-15). 
Hoy vamos a ver por las cartas del apóstol Juan a las siete iglesias de Asia, la manera sutil y engañosa con que el diablo ha puesto tropiezos en el camino del pueblo de Dios, intentando evitar que alcancemos nuestro propósito en Dios. 
En la primera carta, dirigida a la iglesia de Efeso (Apocalipsis 2:1-7), Jesús elogia a esta congregación por su trabajo incansable en la proclamación del evangelio, eran celosos de la sana doctrina, sometían a un cuidadoso escrutinio a los que deseaban ser ministros, no toleraban a los que andaban desordenadamente en la obra, habían sufrido persecución y soportaban con paciencia las aflicciones por el evangelio. A simple vista parecía una iglesia perfecta, sin embargo, Satanás logró engañarlos a través de la institucionalización, o sea, logró que abandonaran su consagración personal a Jesús (el primer amor) y se agotaran trabajando en muchas cosas, minando así la efectividad de su labor y estaba el peligro de que cayeran en orgullos sectarios, formalismo y otros tipos de actitudes carnales que se producen cuando se pone a un lado la verdadera consagración para el Señor. Recordemos que nada de lo que podamos hacer en la obra de Dios tiene sentido si no estamos conectados y dirigidos por una genuina devoción a Jesús. Esta congregación representa la iglesia del primer siglo, hasta el año 95 aC.
La segunda carta, enviada a la congregación de Esmirna (Apocalipsis 2:8-11), nos presenta una iglesia sufrida, a quien Jesús le da palabras de consuelo y fortaleza. Satanás los había asediado, provocando tribulación, pobreza y las acusaciones de gente que se llamaban judíos, celosos de la doctrina, pero no eran otra cosa que instrumentos del enemigo para afligirlos y angustiarlos. Jesús, en palabra profética les advierte que pasarán por diez días de tribulación. Estaba anticipándoles, que no solamente ellos, sino toda la Iglesia cristiana sufriría diez periodos de cruel persecución de parte del Imperio Romano. Claramente se menciona que Satanás estaba incitando la persecución, (v. 10). Representa la Iglesia cristiana desde el año 67 dC. (Cuando Nerón quemó a Roma y acusó a los judíos y éstos a su vez acusaron a los cristianos) hasta el 313 dC. con las leyes de tolerancia propulsadas por el Emperador Constantino. Jesús les prometió estar presentes en medio del dolor y que su sacrificio no sería en vano. Hay situaciones que tienen que acontecer para que surjan otras de mayor beneficio; eso queda en la prerrogativa de Dios. Satanás no pudo quebrar la fe de esta Iglesia perseguida, antes bien, crecían en número cada día, hasta el punto en que los hijos y las esposas de los emperadores se convertían al Cristianismo. 
La tercera carta, remitida a la iglesia de Pérgamo, describe a una congregación fiel en sus fundamentos, constantes a través de las pruebas y tuvieron su primer mártir en Antipas, Obispo de Pérgamo, el cual fué quemado con brasas ardientes en el orificio de un toro de bronce, prendido al rojo vivo. La causa de su condena fue que no estuvo dispuesto a negar su fe en Jesús. Cuando le dijeron: “Antipas, el mundo entero está contra ti”, el hombre de Dios respondió: “entonces yo estoy contra el mundo entero”. Fueron palabras célebres de un mártir que enfrentó su muerte con valentía. 
El diablo se dió cuenta que nada conseguía matando a los cristianos y cambió su táctica; introdujo en las congregaciones a personas malintencionadas, que buscaban la manera de hacer caer a los cristianos. Ya que no podía directamente con la fe y la unción del Espíritu Santo que moraba en ellos, buscó la manera de hacerlos pecar, para que abandonaran el cerco de Dios y así destruirlos. A esto se le conoce en las escrituras proféticas como “la doctrina de Balaam”. 
Esto fue exactamente lo que hizo el profeta Balaam en la antigüedad, como no pudo maldecir al pueblo de Israel para cobrar la suma de dinero que el rey de Moab le había ofrecido, le sugirió que introdujera de sus mujeres hermosas en el campamento de los israelitas, para hacer caer a los hijos de Israel en bacanales de fornicación e idolatría. Esto los sacaría del favor y la protección divina y el rey de Moab podría derrotarlos. El profeta Balaam lo hizo porque amó el premio de la maldad, más que su llamado divino de profeta, (Números 25:1-3; 2 Pedro 2:15). Recordemos que no todos los que llegan a nuestras congregaciones vienen con las motivaciones correctas; debemos amar a todos los hermanos, pero no debemos ser ingenuos y permitir que este tipo de personas corrompan la vida de la comunidad cristiana con prácticas que ofenden a Dios. 
En esta misma carta se hace referencia a los “nicolaitas”, un sector elitista que pretendía dividir a las congregaciones en clases sociales, para controlar y lucrarse del pueblo común. Se sentían superiores por sus linajes, sí eran de familia clase alta, por su preparación académica,  nivel económico, influencia política o títulos teológicos. Esta influencia sigue presente en la actualidad, aunque se disfraza con diferentes máscaras; debemos tener cuidado de no ser arrastrados por esta antigua herejía. Jesús claramente dijo que aborrecía sus obras, por más lindas o razonables que parecieran, (Apocalipsis 2:15). Santiago truena contra los que hacen acepción de personas en las congregaciones; los que favorecen a los ricos y menosprecian al pobre, (Santiago 2:1-9).
No perdamos de perspectiva que tanto la doctrina de Balaam, como las obras de los nicolaitas, son impulsadas por Satanás en sus desesperados intentos de destruir la obra de Dios en este presente siglo malo. 
Históricamente, esta congregación representa la época en que el imperio romano adoptó el Cristianismo como religión oficial, asimilándolo como la religión exclusiva del estado, el 27 de febrero del año 380 dC., bajo el mandato del emperador romano oriental, Teodosio. Aunque Constantino aprobó leyes de tolerancia, en el año 313 dC., fué bajo el mandato de Teodosio I que se institucionalizó oficialmente, con la ratificación del edicto de Tesalónica. En el año 392 dC.. Más adelante se reafirmó la victoria del cristianismo en el imperio romano, con el edicto de Constantinopla. Estos fueron los comienzos de la iglesia católica romana. 
Cabe señalar que es incorrecto decir que Roma es la sede del Cristianismo; el hecho de que el imperio romano lo haya asimilado y nombrado la religión del estado, no le atribuye esa posición. La iglesia cristiana tuvo su comienzo en Jerusalén, en el aposento alto, durante las celebraciones de Pentecostés, en el año 37 dC. 
El cese de la persecución fue sin duda un alivio para los cristianos, después de 300 años de atropellos y martirios, sin embargo, se invirtieron los papeles, ya que el imperio comenzó a torturar y matar a los que no profesaban la fe del cristianismo. Los templos paganos fueron confiscados por el estado y dado a los cristianos para sus iglesias. Aquí es donde surge la situación que hizo menguar el crecimiento de la iglesia cristiana. Se acabó la persecución, la iglesia se casa con el estado, recibe poder terrenal, se pusieron cómodos, la pasión por el genuino trabajo para el Señor se diluyó y comenzó a corromperse. 
En la carta a Tiatira (Apocalipsis 2:18-29), Jesús se describe cómo él “que tiene ojos semejantes a  llama de fuego”, lo que nos indica que nada se escapa de su conocimiento y juzga las acciones de los seres humanos. Señala que estaban tolerando a una mujer profetiza, que aparentaba hablar en nombre de Dios, pero era una farsante, utilizaba la profecía para inducir enseñanzas de fornicación y veneración de ídolos; muchos cayeron en sus engaños por carecer de discernimiento espiritual.  Por lo regular, los creyentes que abandonan el camino correcto de la vida y se van tras el engaño, son personas que no han echado raíces en el evangelio y todavía sus pasiones humanas les siguen dominando, (2 Timoteo 2:22). También Jesús menciona a un grupo que alegaba conocer las profundidades de Satanás; no se conformaban a las sanas palabras del Señor y buscaban nuevas experiencias esotéricas. Terminaban siendo engañados más rápido por el enemigo, (1 Timoteo 6:3-6). 
Históricamente, esta etapa representa a la época del papado romano, donde Satanás le tiende la trampa a la Iglesia y la lleva a una de las épocas más oscuras de la historia: “La Edad Media”. Este fué el tiempo comprendido desde el año 476 dC. (caída de Roma occidental) y el 1453 (caída del imperio romano oriental). Durante este período, la doctrina dada por Jesús y sus apóstoles sufrió serias tergiversaciones que condujeron a la degeneración doctrinal; esto, gradualmente la convirtió en una “ramera espiritual”, (Apocalipsis 17:3-6). 
Cuando el imperio romano adoptó el cristianismo como su religión oficial, muchos paganos se convirtieron de manera forzada, esto condujo a que mucha gente entrara a la iglesia sin un verdadero cambio de corazón; llevaron consigo a los ídolos y sus prácticas y se fué cambiando la sencillez de la adoración de la iglesia primitiva. Añadieron los iconos, la arquitectura elaborada, las costumbres de peregrinajes en veneración a los santos y el bautismo de infantes. Algunos cristianos optaron por retirarse de Roma, eligiendo vivir en aislamiento como monjes. Durante la Edad Media, la Iglesia Católico Romana gobernaba libremente, con los papas reclamando autoridad en todos los niveles de la vida y viviendo como reyes; la corrupción y la avaricia eran comunes en el liderazgo. Se estima que más de 50 millones de personas fueron torturadas y muertas por este sistema religioso, (Apocalipsis 17:6). 
Esto nos lleva al mensaje a la iglesia de Sardis; Jesús emite palabras de amonestación contra esta congregación que aparentaba estar viva y militante, pero había muerte espiritual en ella. Tenía una buena reputación en la comunidad, como una iglesia que ayudaba en la labor social, pero sus corazones se habían alejado del Señor, buscando más el favor del pueblo que la aprobación de Dios. Aquí caben las palabras de Jesús, cuando advirtió que tuviéramos cuidado cuando la gente hable bien de nosotros, porque nos acomodamos a sus expectativas terrenales y ocultamos la verdad de las Sagradas Escrituras, cuando debemos hablarla, (Lucas 6:26). El miedo a hablar del Señor, para estar bien con los demás, es una de las armas del enemigo para callarnos; debemos pedirle a Dios que nos conceda el denuedo para hablar de él, a tiempo y fuera de tiempo. Dar a conocer al mundo del gran amor de Dios y su plan de redención para todos los que creen, a pesar de cualquier oposición, (Hechos 4:23-31; 2 Timoteo 4:1-5). 
En la historia de la Iglesia, esta carta representa el período de la Reforma Protestante. A través de los años, muchas personas habían tratado de levantar su voz contra los abusos teológicos, políticos y de derechos humanos de la iglesia romana, pero sus voces fueron silenciadas y no produjeron el efecto de cambio. Sin embargo, un monje alemán llamado Martín Lutero tuvo la iluminación y el respaldo de Dios para darle un giro a la historia, al desafiar a la iglesia romana. Elaboró 95 tesis sobre los errores del catolicismo, a la luz de las Escrituras y las dejó clavadas con un puñal en las  puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Esto sería el final de la Edad Media y comenzaría un debate teológico que desembocaría en la Reforma y el nacimiento de varias tradiciones dentro del cristianismo, tales como el luteranismo, el presbiterianismo y el anabaptismo. Este movimiento que fue un gran avance para la libertad religiosa, se vio manchado por las diferencias y discusiones sobre doctrina y la intromisión del estado en los asuntos de la iglesia, ya que los reformadores habían buscado refugio en algunos gobiernos, para evitar ser ejecutados por la iglesia romana. Nuevamente podemos ver la mano siniestra de Satanás, provocando confusiones, malos entendidos y contiendas, que solo traían divisiones y alejaba al pueblo común de la verdadera fe. Pero también se puede ver que, aún en esos tiempos difíciles, Dios tenía un pueblo que le servía de corazón y no se inclinaban ante las circunstancias, (Apocalipsis 3:4-6). 
La próxima carta fué la de Filadelfia, a quien Jesús no le encuentra falta alguna. Es la iglesia perfecta en cuanto a su devoción y obediencia al Señor; no era una mega iglesia, ni tenía mucho poder económico o político, pero guardaban la Palabra de Dios y no se avergonzaban de hablar sobre Él públicamente. Satanás intentó desanimarla por las críticas; la gente que se suponía que conocieran de los caminos del Señor, la menospreciaban por ser pequeña e insignificante ante los ojos de ellos. Jesús les llama “sinagoga de Satanás” porque se dejaban usar del enemigo para menoscabarla. El Señor prometió reivindicarla públicamente, hasta el punto en que los detractores tendrían que humillarse y reconocer que Dios estaba en medio de ellos. Jesús utilizó el ejemplo de esta congregación para indicar el carácter de las personas que serán levantadas con la Iglesia en aquel gran día, (Apocalipsis 3:10; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-55; Lucas 17:34-37). 
El mensaje a Filadelfia representa la iglesia militante desde el año 1790, hasta el arrebatamiento. Se le llama la época de las misiones, porque es donde el evangelio ha llegado a más lugares a través del mundo, donde el mayor número de misioneros han salido a todas las naciones llevando la Palabra de Dios. Por otro lado, Satanás ha provocado mediante su engaño, la formación y proliferación de sectas, que se parecen al evangelio, pero han conducido a muchos a desviarse del camino correcto y hasta llegar a suicidios masivos, por la falsa interpretación de la escatologia. 
La séptima carta fue dirigida a la iglesia de Laodicea. Se describe a Jesús afuera, esperando que le abran, para entrar a la vida de las personas que le reciben con sinceridad, (Apocalipsis 3:20). La dureza de corazón y el orgullo de esta congregación se hacía intolerable para el Señor, (Apocalipsis 3:15,16). Muchas personas pudientes habían entrado a esta iglesia y las arcas del dinero se habían llenado. Se había modificado el mensaje de la cruz, para no ofender y perder sus membresías. Desarrollaron una actitud de autosuficiencia, donde pensaban que ya lo tenían todo; habían puesto su dependencia de Dios en segundo plano y se vanagloriaban de su abundancia material. Por un lado profesaban creer en Jesús, pero por otro, utilizaban la congregación como fuente de lucro personal, (Juan 2:13-22). 
Históricamente representa el sector desobediente, tibio e indiferente de la iglesia, comenzando en Jerusalén (Hechos 2:1-4), y pasando hacia el período de la tribulación, uniéndose al sistema religioso mundial de la gran ramera, (Apocalipsis 17:1-6). 
Vemos el ataque insistente del enemigo contra la obra de Dios, en cada una de las etapas, en este presente siglo malo, pero también vemos la mano poderosa del Señor , destruyendo sus obras y dando victoria a su pueblo, porque aún en la muerte de los mártires Dios es glorificado y ni un solo cabello de sus cabezas perecerá. (Mateo 10:28; Lucas 21:16-19; Juan 10:10; 1 Juan 3:8) 
Ilumine siempre el Señor nuestro entendimiento, para comprender el momento que nos ha tocado vivir y ser responsables en la búsqueda de una mejor relación con Él. Que logremos  cada día hacer nuestra parte en el trabajo que nos ha encomendado; porque la mies es mucha, mas los obreros son pocos. Oramos para que sean más los que se enlistan en las labores del reino de los cielos. 
No se pierdan la tercera parte de este estudio, donde hablaré sobre el “misterio de la iniquidad”, (2 Tesalonicenses 2:7). 


Wednesday, February 12, 2020

EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 1)



EL PRESENTE SIGLO MALO (Parte 1) 
(Gálatas 1:3-5)

En el pasado artículo escribí sobre la dispensación de la gracia, y vimos a través de las escrituras que este tiempo se divide en dos períodos: El año de la buena voluntad de Jehová y el día de venganza del Dios nuestro, (Isaías 61:1,2; Lucas 4:16-21). 
Dicho de otra manera, la era de la Iglesia y el período de la tribulación. Sin embargo, hay una realidad que se deja ver solapadamente y no podemos pasarla por alto, me refiero a la actividad que Satanás está realizando en contraposición a los planes de Dios a lo largo de este período. El apóstol Pablo lo llama: “El presente siglo malo”. Podemos definirlo como la reacción del enemigo ante su derrota en la cruz, sabiendo que sus días están contados y que no tiene forma de parar la aplastante victoria de Dios.    
Apocalipsis 12:7-17 nos arroja luz sobre esto. Recordemos que este capítulo es una mirada retrospectiva, para que entendamos el origen de nuestras luchas como Iglesia, al igual que  Israel como pueblo escogido. El pasaje nos explica que mientras Jesucristo agonizaba y entregaba su vida por la humanidad, sobre la cruz del Calvario, en las esferas espirituales se libraba una gran lucha entre el arcángel Miguel y los ángeles guerreros de Dios, contra Satanás y sus ángeles caídos. Jesús pagaba el precio legal por nuestra redención ante el trono del Padre y las huestes celestiales, lo que hizo posible la derrota y expulsion del diablo y sus demonios del cielo; fueron arrojados a la tierra y se cerró toda oportunidad de regreso. Esto fue una clara señal de que habían comenzado los postreros días en el calendario profético (Hechos 2:16-21) y que al enemigo le queda poco tiempo, (Apocalipsis 12:12).
Cuando los primeros setenta discípulos regresaron con alegría, testificando del poder de Dios actuando a través de las vidas de ellos, el Señor anunció la destrucción del reino de las tinieblas, como parte del efecto de la redención, (Lucas 10:17-21).  
Dos días antes de su muerte, Jesús habló de esta gran derrota que sufriría Satanás, como producto de su sacrificio, (Juan 12:31,32). 

La expulsión del enemigo trajo consigo varios beneficios incalculables:  
  • La salvación para todo los que aceptan el sacrificio redentor de Jesús. 
  • El Espíritu Santo llega a hacer morada en cada creyente y el poder de Dios se activa en y a través de la vida de los redimidos.
  • El establecimiento del reino eterno de Dios, individualmente en la vida de cada cristiano y colectivamente cuando Jesús regrese por segunda vez. 
  • La autoridad de Cristo, para poner a sus enemigos bajo la planta de sus pies, también ahora en la vida diaria de cada hijo de Dios, y en el futuro, cuando tenga su cumplimiento global y definitivo. (Apocalipsis 12:10) 
Todas estas verdades hieren profundamente a Satanás y sus demonios; los llenan de ira y luchan ardientemente para que los creyentes no lleguen al conocimiento de lo que hemos recibido como hijos de Dios, (2 Corintios 4:3,4). Por esta razón, se da el grito de alerta a toda la humanidad: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo…” (Apocalipsis 12:12). El texto sagrado dice que cuando el dragón (Satanás) fue arrojado a la tierra, comenzó a perseguir a la mujer que había dado a luz al hijo varón (la nación de Israel, que dio a luz al Mesías) y luego dice que la persecución se extiende “contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”, o sea, la Iglesia a través de las edades, (v.13-17). 
En esto consiste precisamente “el presente siglo malo”, la lucha desesperada del enemigo contra la obra de Dios, porque sabe que se le acaba el tiempo.
Las manifestaciones de esta lucha se pueden apreciar de diferentes maneras a través del texto bíblico y los acontecimientos de la historia. 
El Señor ilustró esta realidad a través del uso de parábolas (comparaciones terrenales de verdades espirituales). Nos alertó como Iglesia que habrían ciertas amenazas que incursionarían dentro del pueblo cristiano, como parte de la actividad satánica para destruir la obra de Dios. El capítulo 13 de Mateo nos ofrece una lista muy importante: 
La parábola del sembrador nos habla sobre las personas que oyen la Palabra de Dios y no la entienden; compara sus corazones como un camino duro, donde la semilla no tiene oportunidad de germinar. Esto sucede porque no toman el mensaje en serio, piensan que habrá otro momento para eso. Otros piensan que el evangelio es para las personas mayores, aburridas, que no tienen nada que hacer y se meten a la Iglesia para hacer algo; piensan que por ser jóvenes, tienen una larga vida por delante y no se preocupan por oír y analizar el mensaje de Dios para sus vidas. Todas esas falsas percepciones y muchas más pueden tener su origen en la naturaleza humana, la forma de crianza y la manera de ver la vida de cada persona, sin embargo, Satanás las alienta, para robar la semilla de la Palabra de Dios de la persona y conducirla por otro camino, (Mateo 13:4,19; Santiago 1:14). 
También nos enseñó sobre la gente superficial, que entran al evangelio, pero nunca se ocupan de profundizar en su relación con el Señor. Tienen la buena intención, pero no el compromiso; posiblemente llegan un día a la semana a la iglesia y en su vida personal nunca oran, guardan la Biblia y solo la leen cuando van al servicio. Hablan de lo que escuchan desde el altar, sin escudriñar ni confirmar por ellos mismos las enseñanzas que están recibiendo. Sin embargo, cuando viene el tiempo de la prueba y aflicción, se rinden, porque no tienen fuerza espiritual, ni la actitud correcta para perseverar a través de las circunstancias adversas. Ni siquiera saben si vale la pena; llegan a pensar que estaban mejor cuando no conocían de Dios. Pero todo es parte de argumentos engañosos que el enemigo logra sembrar en sus mentes, debido a su irresponsabilidad como creyentes, (Mateo 13:5,6,20,21). Jesús nos enseñó que tenemos que cultivar nuestra vida espiritual diariamente, mediante la oración y  la lectura reflexiva de la Sagradas Escrituras. Esto debe hacerse bajo la dirección e iluminación del Espíritu Santo, el mejor enseñador que podamos tener. Pidámosle a Dios con confianza, nunca fallara en contestarnos, (Lucas 11:9-13).  
También las parábolas del Señor nos enseñan que hay gente cuyo corazón es como un seto de espinos, cuya ansiedad y materialismo no le permiten madurar en el Señor. Satanás se encarga de zarandearlos, envía sobre ellos una gran cantidad de actividades que no aportan a su crecimiento espiritual, antes bien los mantiene dando vueltas en un mismo lugar, sin avanzar, por años y años, (Lucas 22:31,32). Estas actividades tienen que ver con cosas que son necesarias, como los cuidados de esta vida y la adquisición del dinero, pero se pierde de perspectiva la prioridad. Los afanes de esta vida comprenden: Cuidado del hogar, la crianza de los hijos, el deber conyugal, el trabajo, los estudios, el aseo personal, los deportes, recreación, compra de bienes materiales, entre otros. Todas estas cosas son perfectamente necesarias y Dios entiende que son importantes para nuestra realización como seres humanos, pero cuando éstas desplazan nuestro compromiso con el Señor y hacen apagar la pasión espiritual en nosotros, se convierten en ídolos, nos alejan del Creador y nos hunden en el materialismo pernicioso. Las Sagradas Escrituras nos enseñan que hay  tiempo para todo, pero debemos ser organizados y darle la prioridad a Dios en nuestras vidas; podemos estar seguros que todo saldrá mucho mejor de lo que esperamos cuando así lo hacemos, (Eclesiastés 3:1-15; Mateo 6:25-34). 
Muchos caen en el engaño de alejarse de Dios buscando riquezas materiales, esta actitud es señalada en la Biblia como “el camino de Balaam”, el cual no es otro que la avaricia. Balaam fue un antiguo profeta de la región de Mesopotamia, a quien Dios usaba poderosamente a través de la profecía. Sin embargo, se dejó sobornar por el rey de Moab para maldecir a los hijos de Israel que iban en su peregrinaje hacia la tierra prometida en tiempos de Moisés. El amor al dinero pudo más en la vida de este hombre que su compromiso con el Señor; pasó a la historia como el ejemplo de una persona que no valoró su vocación celestial y la cambió por la comodidad temporal de este mundo, (Números 22:5-24:25). De la misma manera muchos en la actualidad tropiezan en sus ministerios y se corrompen por el amor al dinero. Debemos evitar caer en este engaño, las riquezas materiales son inciertas, lo que Dios ofrece es seguro y eterno. Asegurémonos de honrar siempre a Dios con nuestras vidas y nada nos faltará, (Mateo 6:25-34). Como mencioné anteriormente, estas actitudes se pueden ver como algo de la naturaleza humana y es cierto, por eso se le atribuye culpa al que lo practica, pero son alentadas por la obra del enemigo en este presente siglo malo, para intentar destruir la obra de Dios, (2 Corintios 4:2-6; 2 Pedro 2:1-3,15,16; Judas 1:3-23).  
Estas realidades se unen a las enseñanzas de la parábola del trigo y la cizaña, donde también se nota la obra insidiosa del diablo operando a través de personas con falsas motivaciones en la obra del Señor. Nos habla de gente que están en la congregación, cantan, alaban a Dios y parecen cristianos genuinos, pero a la hora de manifestar los frutos del Espíritu, lo que se demuestra es carnalidad. Por lo regular son personas voluntariosas que pretenden imponer su forma de pensar en las congregaciones y al no lograrlo, se dan a la tarea de murmurar, de quejarse, buscar faltas en todo lo que se hace, calumniadores, manipuladores, pretenden controlar a los demás, en ocasiones utilizan las “profecías de cuartos oscuros” para impresionar y otras muchas cosas semejantes, sobre las cuales la congregación debe estar alerta, para neutralizar a tiempo, (Judas 1:16). No se nos manda a arrancarla, porque se puede ir el trigo enredado; muchas de esas personas tienen familiares sinceros, que aman a Dios y se pueden escandalizar y tropezar, si se arranca la cizaña de forma indebida. El liderazgo debe trabajar con mucha sabiduría y trazar líneas claras de doctrina y comportamiento para evitar que la cizaña entre y destruya la congregación, (Mateo 13:24-30; 36-43). Esta enseñanza pone énfasis en la vida diaria de los creyentes laicos, en cambio, cuando habla del liderazgo se señala con otro nombre, el cual vemos en la siguiente parábola: “La semilla de mostaza.” Aquí Jesús compara el reino de los cielos con un grano de mostaza, el cual siendo muy pequeño inicialmente, cuando se siembra se hace árbol y es la más grande de las hortalizas. Esto nos habla de los pequeños comienzos de la proclamación del evangelio (Jesús con doce discípulos) y la gran expansión que ha tenido a través de los años. Sin embargo, nos advierte que junto con el crecimiento vendrían las aves de los cielos para hacer nidos en sus ramas. La figura de las aves del cielo nos habla de la rapiña, de personas oportunistas que han visto en el evangelio una fuente de lucro personal. Muchos llegan con mucha educación y grandes títulos, para ocupar posiciones de liderazgo en la obra de Dios, desvirtuando así el verdadero propósito de la proclamación del mensaje de Dios. Las escrituras proféticas nos enseñan sobre la incursión de falsos profetas y maestros que con palabras fingidas harán mercadería del pueblo ingenuo; son personas elocuentes y sagaces que logran el respaldo de muchos, (Mateo 7:15; 24:24; 2 Pedro 2:1-3; Judas 1:4,11-16). No todos son así, todavía hay verdaderos profetas y maestros que con sabiduría y rectitud enseñan el camino de la verdad. La Biblia nos enseña a identificar a los falsos ministros y cuidarnos de ellos, (Mateo 7:15-20; 1 Juan 4:1-6). Podemos tener la certeza de que toda esta oleada de falsedad ministerial es impulsada por Satanás, como parte de sus estrategias en este “presente siglo malo”. 
La siguiente parábola ilustra a una mujer que tomó levadura y la escondió en tres medidas de harina y provocó que la misma se fermentara, (Mateo 13:33). Esto se refiere a la corrupción doctrinal que Satanás introduce sutilmente en las mentes de maestros y pastores que comenzaron bien, pero por la influencia de la corriente modernista y liberal, van modificando la sana doctrina, hasta adulterar las Sagradas Escrituras. Muchos han visto esto como fuente de ganancia y han caído en la apostasía. El apóstol Pablo habla de los que medran o mejoran su estatus social y económico falsificando la palabra de Dios, (2 Corintios 2:17). La corrupción doctrinal hace que se considere la sana doctrina como algo anticuado (old school) y básicamente obsoleto. Proclaman una nueva conciencia sobre Dios y la vida, basados en el amor humano, sin mucho compromiso espiritual, (2 Timoteo 4:3,4). 
El Señor insta a su Iglesia a permanecer en la sana doctrina, sin importar que seamos muchos o pocos (Juan 15:1-17), a seguir proclamando su verdad en todo el mundo con paciencia y doctrina; a ser sobrios y soportar las aflicciones que vienen como consecuencia de hablar lo que un mundo impenitente no quiere escuchar, (2 Timoteo 4:2,5). 
No te pierdas la segunda parte de este estudio; seguiremos descubriendo más sobre “el presente siglo malo” y cómo debemos prepararnos para no ser arrastrados por el engaño de las fuerzas de las tinieblas. 

Tuesday, February 4, 2020

EL AÑO DE LA BUENA VOLUNTAD DE JEHOVÁ


EL AÑO DE LA BUENA VOLUNTAD DE JEHOVÁ

Evidentemente podemos notar en las Sagradas Escrituras, que desde el principio, Dios ha tratado con los seres humanos a través de dispensaciones, o períodos de tiempo donde las personas que ya poseen cierto grado de revelación espiritual, reciben una visitación especial de parte del Señor y se establecen ciertos pactos que marcan el trato del Creador con la humanidad. Ejemplo de esto lo tenemos en Adán, a quien Dios creó y lo puso a cargo del huerto de Edén, la vida era ideal, sin complicaciones; la única condición para permanecer en ese estado era abstenerse de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. A esto se le llama: “La dispensación de la inocencia”, (Génesis 2:4-25). 
Luego, con la rebelión de la primera pareja (Adán y Eva), comienza otro periodo, ya que el trato de Dios cambiaría y habría consecuencias penosas para toda la raza humana, (Génesis 3:1-24). Aquí comenzó la “dispensación de la conciencia”, donde la primera pareja adquiere el conocimiento del bien y el mal, de manera empírica, esto significa que fueron absorbidos por el mal; no era un conocimiento externo, como en el caso de Dios, que conoce el mal, pero no es afectado por éste. De esta manera se hicieron esclavos del pecado y transmitieron esa condición caída a toda la humanidad que nacería de ellos. 
En estas dos primeras dispensaciones se nota el fracaso del hombre en administrar los bienes que Dios puso bajo su cuidado (la creación terrenal). La maldad fue en aumento hasta el punto de verse en peligro el linaje del cual vendría el Mesías. Por esta razón, el Señor decide enviar el diluvio universal, después de haber amonestado por muchos años a aquella generación, para que se volvieran de sus malos caminos, (Génesis 6:1-8; 2 Pedro 2:5). Hasta ese momento, el gobierno universal era teocrático, luego del diluvio, el Señor delega en las personas, la política de sus respectivos países, (Génesis 9:6). A esta dispensación se le conoce como: “El gobierno humano”. El fracaso final de esta generación culminó con la edificación de la torre de Babel, donde toda la humanidad existente se rebeló contra Dios y edificaron una gran torre para honrar otras supuestas deidades y alejar su fe del único Dios verdadero, (Génesis 11:1-9). La rebelión de Babel se convirtió en la cuna de las falsas religiones en todo mundo y a través de todas las edades, hasta nuestros días. Estos sistemas religiosos anti Dios tomarán su forma final durante el período de la tribulación, donde se unirán en una religión mundial, a la cual Dios llama: “BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”, (Apocalipsis 17:3-6). Sobre ella hablaremos con más detalles en futuros artículos. 
La cuarta dispensación se le llamó:”La promesa”. Fué un período de prueba entre el llamamiento de Abraham y la promulgación de la Ley en tiempos de Moisés, (Génesis 12:1-Éxodo 19:8). Se concentró primordialmente en el pueblo de Israel, aunque tenía que ver con la promesa de la llegada de la simiente (El Mesías Jesucristo) en quien serían benditas todas las naciones de la tierra, (Génesis 22:16-18; Gálatas 3:16,17). 
La quinta dispensación es:“La Ley”, abarca desde la ratificación de la Ley de Dios a través de Moisés, en el monte Sinaí, hasta el sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario. 
La Ley se introdujo, no para redimir a la raza humana, sino para hacerle entender su condición pecaminosa y su incapacidad de justificarse por sí mismo ante Dios. Nunca contradijo la promesa de Dios a Abraham, sino que fue el medio para que se cumpliese. Preparó a la nación de Israel para la llegada de la Simiente, el Mesías Jesucristo; todas las naciones de la tierra están destinadas a ser benditas en Él. 
Cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y bajo la vigencia de la ley mosaica, para traer salvación a judíos y gentiles que se vuelven de sus malos caminos y ponen su fe en Jesucristo. Aquí comienza la sexta dispensación: “La Gracia”, (Juan 1:17). También se le llama: “El año de la buena voluntad del Señor” o época donde Dios extiende su misericordia sobre la humanidad, enviando a su Hijo a este mundo para revelarnos el camino de la salvación, (Mateo 4:16). Este tiempo estaba profetizado desde el Antiguo Testamento (Isaías 61:1-11). Es un período establecido primeramente por Jesús, al que la Iglesia le da continuidad, donde el Espíritu Santo llega a la vida del creyente y le unge para proclamar la Palabra de Dios con autoridad, poder y manifestación sobrenatural de milagros, señales y prodigios, (Joel 2:28-32; Lucas 10:19,20; Juan 14:12-14; Hechos 2:16-21; 1 Corintios 2:4,5). El apóstol Pedro, en su primer discurso colectivo en Pentecostés confirmó que el derramamiento del poder del Espíritu Santo sobre ellos en el aposento alto, dá comienzo a “los postreros días” (Hechos 2:16-21), basado en la profecía de Joel 2:28-32, lo que significa que en esta dispensación tendrá lugar la llegada de Jesucristo. 
Cuando Jesús nació en Belén de Judea, una multitud de las huestes celestiales anunciaron su llegada, ante unos pastores que apacentaban su rebaño en aquella región, (Lucas 2:8-20). Es importante entender lo que decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Si somos cuidadosos leyendo, nos daremos cuenta que no dice, “paz a los hombres de buena voluntad”, como muchas personas creen; en cambio dice, “buena voluntad para con los hombres”. Esto nos deja ver que la buena voluntad viene de parte del Señor para los seres humanos, lo que confirma que es un acto de gracia, no hicimos nada para merecerlo, ni lo pedimos, ni siquiera sabíamos que lo necesitábamos. Pero Dios, por su gran amor y sabiduría infinita, sabía que era totalmente necesario, (Efesios 2:1-10). 
Cuando Jesús principiaba su ministerio terrenal, entró en la sinagoga de Nazaret y le tocó leer el pasaje mencionado anteriormente de Isaías 61: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor…” (Lucas 4:16-21). Una vez acabó de leer, enrolló el libro, lo dió al ministro y  testificó que él era el cumplimiento de esa escritura y lo demostró a través de todo su ministerio terrenal. Su Iglesia hereda esa unción para ministrar en su nombre, proclamando el mensaje de la redención a todas las naciones, (Mateo 10:8; Lucas 10:1-12; 17-20; Juan 6:28,29; 14:12-14). 
De esto se trata el año de la buena voluntad del Señor, tiempo de restauración donde Jesús nos abre las puertas de la salvación y nos envía a llevar su mensaje hasta los confines de la tierra, para testimonio a las naciones, (Mateo 24:14). 
Es donde la gracia de Dios se ha manifestado al mundo, enseñándonos que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (Tito 2:11-13). 
El Señor pasa por alto los tiempos de la ignorancia y llama a todos a una relación verdadera con Él, ya que ha establecido una fecha donde juzgará al mundo con justicia y verdad, teniendo como evidencia máxima, la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, (Hechos 17:30,31).  
Es la época donde el Espíritu Santo derrama su poder sobre los creyentes y los capacita para proclamar la Palabra de Dios con autoridad, destruir las fortalezas del enemigo, derribando todo argumento y altivez que se levanta contra el conocimiento del Señor, (2 Corintios 10:3-5). 
Es el tiempo donde el Espíritu de Dios es enviado a redargüir al mundo de pecado, por cuanto rechazan el sacrificio redentor de Jesús, el único camino para la salvación. También demuestra la justicia de Dios, ya que él Señor fue devuelto a su lugar de preeminencia, después de haber descendido a lo más profundo de la humillación. Anuncia el justo juicio del Creador, porque Satanás ha sido derrotado y expuesto ante el mundo, demostrando su maldad, mentiras y su limitada capacidad. Esto a su vez demuestra de manera inequívoca, la supereminente grandeza del poder de Dios, (Juan 16:7-11; Colosenses 2:13-15; Filipenses 2:5-11; Efesios 1:18-23).  
El año de la buena voluntad del Señor fue proclamado desde el nacimiento de Jesús en Belén de Judea, pero entra en vigencia cuando el Señor lee el capítulo 61 de Isaías, en la sinagoga de Nazaret, (Lucas 2:8-20; Lucas 4:16-21). Se extenderá hasta el arrebatamiento de la Iglesia, después de lo cual entrará el período de la tribulación. Isaías llama ese tiempo: “El día de venganza del Dios nuestro”, (Isaías 61:2). 
Cuando Jesús leyó este pasaje en la sinagoga, omitió esa última parte, con toda la intención, ya que en su primera venida, no era el enfoque principal de su mensaje, aunque enseñó algunas cosas sobre ese tiempo. 
El año de la buena voluntad del Señor también se le conoce como:”La era de la Iglesia”, un misterio que no fue imaginado por los más ilustres rabinos de Israel, ni siquiera por los ángeles, (Efesios 3:5,6; 1 Timoteo 3:16). 
Personalmente entiendo que muchos creyentes no conocen a cabalidad la posición que tienen dentro del plan eterno de Dios, ni las herramientas que el Señor nos ha dejado para militar triunfantes. Muchos se han dedicado a buscar el favor del mundo y han perdido la sazón espiritual que nos caracteriza, otros por timidez o cobardía, han decidido esconder la luz de la verdad de Dios, para no ser perseguidos, (Mateo 5:13-16). Otros han perdido el enfoque correcto y han llegado a creer que el evangelio es para lucrarse y tener vidas de opulencia terrenal, (1 Pedro 5:2; 2 Pedro 2:1-3). 
Pero ciertamente ninguna de esas razones son válidas para servirle al Señor, (Juan 6:26,27). El que conoce a Dios en lo íntimo, no puede menos que amarlo, adorarlo y servirle con rectitud de corazón cada día de su vida. Hay que aprender a desarrollar su carácter en nosotros, para ser libres de toda motivación incorrecta, (1 Pedro 2:5-7).  
Lo que más nos apasiona es el gran amor que mostró el Padre para traernos a la comunión con Él y ser recibidos como miembros de su familia, (Efesios 2:13-22; 1 Juan 3:1-3). Debemos recordar que aunque toda la humanidad es creación de Dios, no todos son hijos; esta potestad la recibimos cuando aceptamos a Jesús como Salvador, con todos los beneficios y responsabilidades que esto conlleva, (Juan 1:11-13; Filipenses 1:29; Juan 3:1-3). 
Desde el principio de la creación, Dios ha demostrado su favor inmerecido a todos, porque El es lento para la ira y grande en misericordia y verdad (Salmo 103:8-18) pero es en este año de su buena voluntad o la dispensación de la gracia, donde Dios ha hecho su máxima expresión de amor y compasión por la humanidad, en la persona de su unigénito Hijo, (Juan 3:16; 1 Juan 3:1). 
Como dijimos antes, esta era dispensacional (la gracia) comenzó con el nacimiento de Jesús, pero se divide en dos fases: El año de la buena voluntad del Señor y el día de venganza del Dios nuestro. Terminará en la segunda venida corporal de Jesucristo, junto con su Iglesia y sus santos ángeles, para reinar sobre las naciones sobrevivientes al período de la tribulación. Esto dará paso a la séptima dispensación: El reino eterno de Dios. En futuras publicaciones hablaremos más sobre ello.