EL PERÍODO DE LA TRIBULACIÓN (Parte 13) La gran batalla celestial
La segunda parte del capítulo doce de Apocalipsis nos ilustra la gran batalla en el cielo entre Miguel y sus ángeles y el dragón y sus ángeles,
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón y sus ángeles; y luchaban el dragón y sus ángeles pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:7-11)
Aquí podemos ver lo que estaba ocurriendo en el plano espiritual, mientras nuestro Señor Jesucristo entregaba su vida sobre la cruz del Calvario. Hubo algunas manifestaciones físicas de esta gran batalla, como las tinieblas que cubrieron la tierra mientras Jesús agonizaba,
“Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” (Lucas 23:44-46)
Era la batalla por la autoridad legal sobre el mundo y los seres humanos; Satanás tenía la potestad de esclavizar a la raza humana bajo “el imperio de la muerte”, porque por engaño había arrebatado a la primera pareja la comunión y el favor de Dios,
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:14,15)
El enemigo tenía acceso para entrar al cielo y acusarnos ante el Padre, como hizo en tiempos de Job, por cuanto no había una autoridad legal que se lo impidiera,
“Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella...” (Job 1:6-12)
“Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová…” (Job 2:1-7)
El sacrificio de Jesús hizo posible la derrota de Satanás y su autoridad sobre los seres humanos. Esta caída había sido anunciada por el Señor un poco antes de su crucifixión,
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará...” (Lucas 10:17-19)
“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:31,32)
Podemos identificar el momento de este suceso por la gran voz que se oyó en el cielo que daba por efectuada la redención de la humanidad,
“Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo...” (Apocalipsis 12:10)
La redención completada por nuestro Señor Jesucristo trae consigo la caída de Satanás de las esferas celestiales y su imposibilidad de volver a entrar. Esta realidad la notamos en el plano físico con el gran terremoto que ocurrió seguido a la muerte del Señor. Las piedras se rompieron y los sepulcros de algunos creyentes fueron abiertos y éstos resucitaron, presentándose a sus familiares como muestra de que Jesucristo había vencido a la muerte y sacado a luz la vida,
“... la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.” (Mateo 27:51-53)
“... nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio…” (2 Timoteo 1:10,11)
Fue anulada el acta de los decretos que había en contra nuestra ante el trono del Padre; los principados y potestades infernales fueron despojados de su poder; ya no tienen autoridad para esclavizar a las personas que ponen su fe en el Hijo de Dios,
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15)
El texto nos deja ver que Satanás ha sido siempre nuestro acusador. Nos indisponía ante el Padre, haciendo resaltar nuestras faltas, provocando el juicio de Dios sobre nosotros. Luego del sacrificio propiciatorio del Señor, ya el enemigo no tiene base legal para acusarnos, porque la justicia perfecta de Jesús se nos atribuye, como parte de nuestra relación personal con Él,
“...ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” (Apocalipsis 12:10)
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Romanos 8:33,34)
La caída de Satanás y sus ángeles también les anuncia que sus días están contados; que le queda poco tiempo,
“Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.” (Apocalipsis 12:12)
Esto lo llena de gran ira y sale con desesperación para realizar todo el daño que pueda hacer en el tiempo que le resta. Su punto principal de ataque es la nación de Israel, recipiente original de la verdad divina y el resto de la descendencia de ella o la Iglesia del Señor, portadora del mensaje del evangelio,
“Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.” (Apocalipsis 12:13-17)
La iglesia del Señor en este tiempo ha sido investida con el poder de lo alto para hacer frente a todo embate del enemigo; somos el único agente que le pone freno a la maldad sobre el mundo mediante el poder del Espíritu Santo,
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida…” (2 Tesalonicenses 2:7,8)
El poder del Espíritu Santo, operando a través de la Iglesia, provoca que las fortalezas del enemigo sean destruidas, los falsos argumentos de las tinieblas, que indisponen a las personas y las alejan de la fe en el verdadero Dios sean derribados y proclamamos con denuedo el mensaje del evangelio, el cual atrae la atención de las personas a las verdades divinas,
“... porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Corintios 10:4,5)
No es una lucha que ganamos por las fuerzas humanas; se nos muestra la fórmula para la victoria: La fe en el sacrificio redentor de Jesucristo, la obediencia a la palabra de Dios y la negación a nuestras propias pasiones pecaminosas,
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:11)
Es importante recalcar que durante el período de la tribulación el poder del Espíritu Santo no estará operando colectivamente como ahora, a través de la Iglesia, porque habrá concluido el año de la buena voluntad de Jehová y será tiempo de ira. Las personas que se salvarán serán perseguidas y decapitadas por causa de su fe en Jesús. La unción de los mártires estará sobre ellos para ayudarles.
CONTINUARÁ …