El capítulo doce del libro del Apocalipsis nos transporta a una de las escenas más fascinantes y reveladoras de toda la profecía bíblica. Es una mirada retrospectiva divina, un recurso literario que el Espíritu Santo utiliza para mostrarnos el origen del conflicto espiritual que aún hoy define la historia humana. Esta visión nos invita a entender el presente a la luz del pasado, y a discernir el propósito eterno de Dios sobre Israel y sobre su Iglesia.
La Mujer Vestida del Sol: Israel, el Pueblo del Pacto
La “mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” representa inequívocamente a la nación de Israel, el pueblo escogido por Dios, (Isaias 54:5,6). El sol que la reviste simboliza la revelación gloriosa de Jesucristo sobre su nación, una iluminación que ocurrirá plenamente después de la segunda mitad de la tribulación, cuando el remanente de Israel reconozca a Jesús como su Mesías prometido. (Isaias 60:1-5; Zacarias 12:10)
Debajo de sus pies está la luna, que representa el antiguo sistema ceremonial de la ley mosaica: rituales, sacrificios y sombras de los bienes venideros. Esa luna que refleja, pero no emite luz propia, era solo una figura de lo que habría de manifestarse en Cristo, el verdadero resplandor de la gloria de Dios. (Hebreos 10:1)
La Mujer Encinta y el Nacimiento del Mesías
La mujer, “encinta y con dolores de parto”, nos habla de Israel como nación trayendo al mundo al Mesías, Jesucristo. Desde Abraham hasta María, todo el propósito divino se encaminaba hacia ese momento glorioso en que el Hijo de Dios se encarnaría.
Sin embargo, el dragón, figura de Satanás, se coloca frente a la mujer dispuesto a devorar al niño tan pronto naciera. Esta imagen representa todos los intentos del enemigo para impedir la venida del Salvador: la esclavitud en Egipto, los ataques contra la descendencia davídica, y finalmente la persecución de Herodes, quien mandó a matar a los niños de Belén, (Jeremias 31:15; Mateo 2:17,18). Pero el texto dice que el niño fue “arrebatado para Dios y para Su trono”, lo que refleja la protección soberana del Padre y la victoria final de Cristo. (Filipenses 2:8-11; Hechos 2:32,33; Efesios 1:20-22; Hebreos 1:3,4)
La Guerra en el Cielo: La Victoria del Calvario
El pasaje también nos muestra una gran guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchando contra el dragón y los suyos. Esta guerra no es un evento futuro, sino una escena espiritual que ocurrió mientras Jesús moría en el Calvario. (Juan 12:31,32; Colosenses 2:15)
Aquel momento de oscuridad sobre la tierra simbolizaba la batalla entre la luz y las tinieblas, entre el Reino de Dios y el dominio del enemigo, (Mateo 27:45,46; Lucas 23:44-46). Jesús estaba pagando el precio del rescate, despojando a Satanás de su autoridad sobre la humanidad. Cuando el Hijo de Dios entregó su espíritu, la tierra tembló, señal de que el príncipe de este mundo había sido derrotado y lanzado fuera del cielo, (Mateo 27:50-53)
La Ira del Dragón y la Protección de Dios
Este capitulo continúa narrando que, una vez caído del cielo, Satanás se llenó de gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo. En su desesperación, se lanza contra la mujer, es decir, contra Israel, y también contra la descendencia de ella, que es la Iglesia del Señor. (Apocalipsis 12:12,13)
De su boca arroja “un río de agua”, que simboliza los problemas, persecuciones, engaños y tribulaciones que ha lanzado, con la intención de destruir al pueblo de Dios. Pero el texto nos dice que la tierra ayudó a la mujer, y que se le dieron dos alas de gran águila para escapar al desierto. (Ezequiel 20:33-38; Daniel 11:41; Mateo 24:15-21; Lucas 21:20-24)
Estas imágenes representan la providencia divina y la fidelidad del Señor, quien ha prometido guardar tanto a Israel como a su Iglesia en medio de la persecución. Las “alas del águila” nos hablan del sustento sobrenatural de Dios, y la “tierra que se abre” simboliza los medios naturales y espirituales que el Señor usará para proteger a los suyos hasta el final. (Jeremias 33:25,26; Mateo 16:16-18)
Una Esperanza que Permanece
Esta maravillosa revelacion nos recuerda que la historia de la redención no es una lucha entre iguales, sino una victoria ya ganada por Cristo en la cruz. El enemigo fue vencido, su caída es definitiva, y aunque todavía ruge con furia, su derrota es irreversible.
La mujer (Israel) será restaurada, la descendencia (la Iglesia) será arrebatada y el Reino del Hijo de Dios será establecido para siempre.

